Magistrados: Carlos Gaviria y Rodolfo Arango
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El país habría sido otro si Carlos Gaviria Díaz hubiera
ganado las elecciones de 2006. A veces un pueblo aprende más por lo que pierde
que por lo que gana.
Personas
muy cuestionables no habrían llegado a la Corte Constitucional para luego
sumirla en el mayor de los desprestigios. Tampoco los falsos positivos o el
rastro de sangre y sufrimiento habrían tenido el camino expedito si la
dirección del Estado hubiere estado en manos de quien es hoy conciencia ética
para la Nación.
Carlos
Gaviria ha sido a lo largo de su vida un maestro a carta cabal. Insaciable en
su sed de conocimiento, presto siempre al asombro y dedicado a la búsqueda del
equilibrio entre lo verdadero, lo bueno y lo bello. Su autenticidad y
generosidad ha hecho de él un ejemplo de virtud para las actuales y nuevas
generaciones. Mito o logos, ese libro que nos regaló no hace mucho, es
testimonio de sabiduría. No en vano Platón ha estado a la cabeza de su
santoral.
En
estos momentos de decadencia y desconcierto de la república por el extendido
fenómeno de la corrupción, los medios de comunicación han hallado en el
exmagistrado filósofo un referente moral. La negación de la ética por algunos
contrasta con una vida dedicada a su práctica. La ética, como dice Carlos
Gaviria parafraseando al autor del Tractatus, no se enseña, se muestra. Primero
entre sus pares, su sabiduría trasciende en una jurisprudencia que dignifica la
justicia y demuestra los verdaderos frutos de una inteligencia dedicada al bien
de la comunidad.
Un
hombre admirable, excelso, pleno. Eso ha sido siempre nuestro filósofo del
derecho de la Universidad de Antioquia. Fiel a sus convicciones y a la defensa
de la autonomía, fundamento de la dignidad humana. No temer a la libertad, al
disenso y al aprendizaje dialéctico, indispensables para la democracia. La
búsqueda de respuestas al malestar de nuestra sociedad queda inmortalizada en
un video que todos pueden consultar en la web (https://vimeo.com/122013684).
Si
debo resaltar una de las muchas cualidades de Carlos Gaviria es la de ser un
formador de carácter. Heterodoxo, agnóstico, presto al asombro, nos enseña a
ser generoso con quienes sinceramente buscan entender y hacer el bien a los demás.
No pocos ataques, desplantes y rechazos ha recibido quien con valor decidió
luchas contra la desigualdad, la exclusión y la injusticia, desafiando las
estructuras de poder social y político, para liberar con su ejemplo las
ataduras del miedo y de la servidumbre. Nada en vano. Quizás es el costo a
pagar para alumbrar la senda a actuales y futuras generaciones.
Un
verdadero liderazgo que ilumine en momentos de incertidumbre exige una cabeza
bien puesta. Arriesgarse, mojarse, embarrarse al descender de las cumbres
universitarias a las Cortes y de ellas a la política para reconducirla de nuevo
a sus orígenes, no desdice sino que enaltece una existencia humana. En ese
camino los principios del buen discernimiento según Kant, recordado
periódicamente por Carlos, son guía indispensable:
1)
pensar
por uno mismo;
2)
pensar
poniéndose en el lugar del otro;
3)
pensar
siempre en concordancia con uno mismo.
Cuando
el mandatario o magistrado carece de criterio, pocos motivos existen para la
esperanza. Cuando el buen juicio lo acompaña, puede confiar en el porvenir la
república. - Por Rodolfo Arango – El Espectador.com – 25 – 03 - 2015
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