.......Estos
criterios metodológicos pueden cobrar visible y didácticamente toda su
significación, cuando se aplican al examen de hechos históricos concretos.
Podría hacerse útilmente el examen de acontecimientos ocurridos en Francia
entre 1789 y 1870. Me parece que, para mayor claridad de la exposición, es
necesario abarcar todo ese período. Pues, efectivamente, sólo en 1870-1871, con
el intento de la Comuna ,
se agotan históricamente todos los gérmenes nacidos en 1789, o sea, no sólo que
la nueva clase que lucha por el poder derrota a los representantes de la vieja
sociedad que no quiere confesarse decididamente superada, sino que además
derrota a los grupos novísimos que consideran ya superada la nueva estructura
nacida de la transformación iniciada en 1789, y así prueba que es vital frente
a lo viejo y frente a lo novísimo. Además, en 1870-1871 pierde eficacia el
conjunto de principios de estrategia y táctica política nacidos prácticamente
en 1789 y desarrollados ideológicamente en torno al 1848 (los que se resumen en
la fórmula de la “revolución permanente”; sería interesante estudiar qué parte
de esa fórmula pasó a la estrategia de Mazzini –por ejemplo, por lo que hace a
la insurrección de Milán de 1853-, y si ello ocurrió conscientemente o no). Un
elemento que muestra el acierto de este punto de vista es el hecho de que los
historiadores no están nada concordes ( y es imposible que lo estén), al fijar
los límites del grupo de acontecimientos que constituye la revolución francesa.
Para algunos (Salvemini, por ejemplo), la revolución se consuma en Valmy:
Francia ha creado el nuevo estado y ha sabido organizar la fuerza político militar
que afirma y defiende la soberanía territoral del mismo. Para otros, la
revolución continúa hasta Termidor, y hasta hablan de varias revoluciones (el
10 de agosto sería una revolución independiente, etc.) (cf. La Révolution francaise,
de A. Mathiez, en la colección de A. Colin). El modo de interpretar Terminador
y la obra de Napoleón ofrece las contradicciones más ásperas: ¿se trata de
revolución o de contrarrevolución? Para otros, la historia de la revolución continúa
hasta 1830, 1848, 1870, e incluso hasta la guerra mundial de 1914. Hay una
parte de verdad en cada uno de esos modos de ver las cosas. Realmente las
contradicciones internas de las estructura social francesa que se desarrollan a
partir de 1789 no encuentran una composición relativa hasta la tercera
república, y entonces Francia tiene sesenta años de vida política más larga:
1789, 1794, 1799, 1804, 1815, 1830, 1848, 1870. Precisamente el estudio de esas
“ondas” de diversa oscilación permite reconstruir las relaciones entre la estructura
y las superestructura, por una parte, y por otra, entre el desarrollo del
movimiento orgánico y el movimiento coyuntural de la estructura. Puede decirse,
por de pronto, que la mediación dialéctica entre los dos principios
metodológicos enunciados al comienzo de este apunte se puede descubrir en la
fórmula política-histórica de la revolución permanente.
La cuestión
que suele llamarse de las relaciones de fuerza, es un aspecto del mismo
problema. A menudo se lee, en las narraciones históricas, la expresión genérica
“relaciones de fuerza favorables, desfavorables, o tal o cual tendencia”. Así, abstractamente,
esta formulación no explica nada, o casi nada, porque se limita a repetir el
hecho que hay que explicar, presentándolo una vez como hecho y otra como ley
abstracta y como explicación. El error teórico consiste, pues, en dar un canon
de investigación y de interpretación como si él fuera la “causa histórica”.
En la
“relación de fuerzas” hay que distinguir, por de pronto varios momentos o
grados, que son fundamentalmente éstos:
1) Una
relación de fuerzas sociales estrechamente ligada a las estructura, objetiva,
independiente de la voluntad de los hombres, y que puede medirse con los
sistemas de las ciencias exactas o físicas. Sobre la base del desarrollo de las
fuerzas materiales de producción se tienen las agrupaciones sociales, cada una
de las cuales representa una función y ocupa una posición dada en la producción
misma. Esta relación es, y nada más: es una realidad rebelde; nadie puede modificar
el número de las empresas o de sus empleados, el número de las ciudades con la
correspondiente población urbana, etc. Esta división estratégica fundamental
permite estudiar sI en la sociedad existen las condiciones necesarias y
suficientes para una transformación, es decir, permite controlar el grado de
realismo y de operatividad de las diversas ideologías nacidas en su mismo
terreno, en el terreno de las contradicciones que la división ha engendrado
durante su desarrollo.
2) Un
momento ulterior es la relación de las fuerzas políticas, esto es: la
estimación del grado de la homogeneidad, de autoconciencia y de organización
alcanzado por los varios grupos sociales. Este momento puede analizarse a su
vez distinguiendo en él varios grados que corresponden a los diversos momentos
de la conciencia política colectiva, tal como se han manifestado hasta ahora en
la historia. El primero y más elemental es el económico-corporativo: un comerciante
siente que debe ser solidario con otro comerciante, un fabricante con otro
fabricante, etc. pero el comerciante no se siente aun solidario con el
fabricante; es decir, se siente la unidad homogénea y el deber de organizarla,
la unidad del grupo profesional, pero todavía no la del grupo social más
amplio. Un segundo momento es aquel en el cual se conquista la conciencia de la
solidaridad de intereses de todos los miembros del grupo social, pero todavía
en el terreno meramente económico. Ya en este momento se plantea la cuestión
del estado, pero sólo en el sentido de aspirar a conseguir una igualdad
jurídico política con los grupos dominantes, pues lo que se reivindica es el
derecho a participar en la legislación y en la administración, y acaso el de
modificarlas y reformarlas, pero en los marcos fundamentales existentes. Un
tercer momento es aquel en el cual se llega a la conciencia de que los mismos
intereses corporativos propios, en su desarrollo actual y futuro, superan el
ambiente corporativo, de grupo meramente económico, y pueden y deben
convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más
estrictamente política, la cual indica el paso claro de la estructura a la
esfera de las superestructuras complejas; es la fase en la cual las ideologías
antes germinadas se hacen “partido”, chocan entran en lucha, hasta que una sola
de ellas, o por lo menos una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a
imponerse, a difundirse por toda el área social, determinando, además de la
unidad de los fines económicos y políticos, también la unidad intelectual y
moral, planteando todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no
ya en un plano corporativo, sino en un plano “universal”, y creando así la
hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos
subordinados. El estado se concibe, sin duda, como organismo propio de un
grupo, destinado a crear las condiciones favorables a la máxima expansión de
ese grupo; pero ese desarrollo y esa expansión se conciben y se presentan como
la fuerza motora de una expansión universal, de un desarrollo de todas las
energías “nacionales”, es decir, el grupo dominante se coordina concretamente
con los intereses generales de los grupos subordinados, y la vida estatal se
concibe como un continuo formarse y superarse de equilibrios inestables (dentro
del ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de los
grupos subordinados, equilibrios en los cuales los intereses del grupo
dominante prevalecen, pero hasta cierto punto, no hasta el nudo interés económico-corporativo.
En la historia real esos momentos se implican recíprocamente, horizontal y
verticalmente, por así decirlo, o sea, según las actividades económico-sociales
(horizontales) y según los territorios (verticales), combinándose y
escindiéndose por modos varios; cada una de esas combinaciones puede
representarse en una propia expresión organizada económica y política. Pero aún
hay que tener en cuenta que con esas relaciones internas de un estado-nación se
entrelazan las relaciones internacionales, creando nuevas combinaciones
originales e históricamente concretas. Una ideología nacida en un país
desarrollado se difunde en países menos desarrollados, gravitando en el juego
local de combinaciones. (La religión, por ejemplo, ha sido siempre una fuente
de esas combinaciones ideológicopolíticas nacionales e internacionales y, con
la religión, también las demás formaciones internacionales, la masonería, el Rotary
Club, los hebreos, la diplomacia de carrera, que sugieren expedientes políticos
de orígenes históricos diversos y los llevan al triunfo en determinados países,
funcionando como partido político internacional que actúa en cada nación con todas
sus fuerzas internacionales concentradas; una religión, masonería, el Rotary,
los hebreos, etc. pueden incluirse en la categoría “intelectuales”, cuya función
consiste, a escala internacional, en mediar entre los extremos, “socializar”
los hallazgos técnicos que permiten funcionar a las actividades de dirección,
arbitrar compromisos y vías de salida entre las soluciones extremas.) Esta
relación entre fuerzas internacionales y fuerzas nacionales se complica todavía
más por la existencia, dentro de cada estado, de numerosas secciones
territoriales de varia estructura y diversas relaciones de fuerza de todos los grados
(así, por ejemplo, la Vendée
estaba aliada con las fuerzas internacionales reaccionarias y las representaba
en el seno de la unidad territorial francesa, y Lyon representaba, en la
revolución, un particular nudo de correlaciones, etc.)
3) El
tercer momento es el de la relación de las fuerzas militares que es el
inmediatamente decisivo en cada caso. (El desarrollo histórico oscila
constantemente entre el primer y el tercer momento, con la mediación del
segundo). Pero tampoco éste es indistinto ni identificable inmediatamente de
una forma esquemática, sino que también en él se pueden distinguir dos grados:
el militar en sentido estricto, o técnico militar, y el grado que puede
llamarse políticomilitar.
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