.......Pero
tampoco éste es indistinto ni identificable inmediatamente de una forma
esquemática, sino que también en él se pueden distinguir dos grados: el militar
en sentido estricto, o técnico militar, y el grado que puede llamarse
políticomilitar.
En el
desarrollo de la historia esos dos grados se han presentado con una gran
variedad de combinaciones. Un ejemplo típico, que puede servir como
paradigma-límite, es el de la relación de opresión militar de un estado sobre
una nación que esté intentando conseguir su independencia estatal. La relación
no es puramente militar, sino político-militar, y efectivamente, un tipo de
opresión así sería inexplicable sin el estado de disgregación social del pueblo
oprimido y sin la pasividad de su mayoría; por tanto, no podrá conseguirse la
independencia con fuerzas puramente militares, sino que harán falta fuerzas
militares y político militares. Pues si la nación oprimida tuviera que esperar,
para empezar la lucha por la independencia, a que el estado hegemónico le
permitiera organizarse su propio ejército en el sentido estricto y técnico de
la palabra, podría echarse a dormir (puede ocurrir que la reivindicación de
contar con un propio ejército sea admitida por la nación hegemónica, pero eso
significará que una gran parte de la lucha habrá sido ya combatida y ganada en
el terreno político-militar). La nación oprimida opondrá, por tanto,
inicialmente a la fuerza militar hegemónica una fuerza sólo “político-militar”,
esto es, le opondrá una forma de acción política que tenga la virtud de determinar
reflejos de carácter militar, en el sentido:
1) De
que tenga eficacia suficiente para disgregar íntimamente la eficacia bélica de
la nación hegemónica, y
2) Que
obliguen a la fuerza militar hegemónica a diluirse y dispersarse por un gran
territorio, anulando así su eficacia bélica. En el Risorgimento italiano puede
observarse la desastrosa falta de dirección político militar, especialmente en
el Partito d´Azione (por incapacidad congénita), pero también en el partido
piamontés moderado, igual antes que después de 1848, y no por incapacidad,
ciertamente, sino por “maltusianismo económico político”, o sea, porque no
quería aludir siquiera a la posibilidad de una reforma agraria ni convocar una
asamblea nacional constituyente, sino que tenía simplemente a conseguir que la
monarquía piamontesa se extendiera por toda Italia sin condiciones ni
limitaciones de origen popular, con la mera sanción de los plebiscitos
regionales.
Otra
cuestión relacionada con las anteriores consiste en ver si las crisis
históricas fundamentales están determinadas Pañuelos en Rebeldía http://www.panuelosenrebeldia.com.ar
Buenos Aires, Argentina! Generado: 15 January, 2013, 19:13 inmediatamente por
las crisis económicas. La respuesta a esta cuestión está implícitamente
contenida en los párrafos anteriores, donde se tratan cuestiones que son otra
manera de presentar la ahora suscitada; pero siempre es necesario, por razones
didácticas y dado el público particular, examinar cada modo de presentarse una
misma cuestión, como si fuera un problema independiente y nuevo. Puede
excluirse que las crisis económicas inmediatas produzcan por sí mismas acontecimientos
fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable para la difusión de
ciertos modos de pensar, de plantear y de resolver las cuestiones que afectan a
todo el desarrollo ulterior de la vida estatal. Por lo demás, todas las
afirmaciones relativas a los períodos de crisis o de prosperidad pueden
provocar juicios unilaterales. En su compendio de historia de la revolución
francesa, Mathiez, oponiéndose a la historia vulgar tradicional que “descubre” apriorísticamente
una crisis en coincidencia con las grandes rupturas del equilibrio social,
afirma que hacia 1879 la situación económica era más bien buena en lo
inmediato, por lo cual no se puede decir que la catástrofe del Estado absoluto
se haya debido a una crisis de pauperización. Hay que observar que el estado
estaba sometido a una crisis financiera mortal, por lo que se planteaba la
cuestión de cuál de los tres órdenes sociales privilegiados iba a tener que soportar
los sacrificios y los pesos inevitables para poner de nuevo a flote las
haciendas estatal y real. Además aunque la posición económica de la burguesía
era sin duda floreciente, no ocurría, por supuesto, lo mismo por lo que hace a
la situación de las clases populares de la ciudad y del campo, las últimas de
las cuales estaban atormentadas por una miseria endémica. En cualquier caso, la
ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurrió por causas mecánicas inmediatas de
pauperización del grupo social que estaba interesado en romper el equilibrio y
que de hecho lo rompió, sino que ocurrió en el marco de conflictos superiores
al mundo económico inmediato, relacionados con el “prestigio” de clase
(intereses económicos futuros) y con una exasperación del sentimiento de
independencia, de autonomía y de poder. La particular cuestión del malestar o
bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto
parcial del problema de la correlación de fuerzas en sus varios grados. Pueden
producirse novedades ya porque una situación de bienestar quede amenazada por
el rudo egoísmo de un grupo adversario, ya porque el malestar se haya hecho intolerable
y no se vea en la vieja sociedad ninguna fuerza capaz de mitigarlo y de restablecer
una normalidad con medios legales. Por tanto, se puede decir que todos esos
elementos son manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del
conjunto de las relaciones sociales de fuerza, en cuyo terreno se produce el
paso de esas correlaciones sociales a correlaciones política de fuerza, para
culminar en las correlaciones militares decisivas.
Si ese
proceso de desarrollo se detiene en un determinado momento (y se trata
esencialmente de un proceso que tiene por actores a los hombres, a la voluntad
y a la capacidad de los hombres) la situación dada es inactiva, y pueden producirse
conclusiones contradictorias: la vieja sociedad resiste y se asegura un
“período de respiro” exterminando físicamente a la élite adversaria y
aterrorizando a las masas de reserva; o bien se produce la destrucción
recíproca de las fuerzas en conflicto, con la instauración de la paz de los
cementerios, que puede incluso estar bajo la vigilancia de un centinela
extranjero.
Pero la
observación más importante que hay que hacer a propósito de todo análisis
concreto de las relaciones de fuerzas es la siguiente: que esos análisis no
pueden ni deben constituir fines en sí mismos (a menos que se esté escribiendo
un capítulo de historia pasada) sino que cobran significación si sirven para
justificar una actividad práctica, una iniciativa de la voluntad. Los análisis
muestran cuáles son los puntos de menor resistencia, a los que pueden aplicarse
con más fruto las fuerzas de la voluntad, sugieren las operaciones tácticas
inmediatas, indican cómo se puede plantear mejor una campaña de agitación
política, qué lenguaje será mejor comprendido por las muchedumbres, etc.
El elemento
decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y
predispuesta desde mucho tiempo antes, la cual puede ser lanzada hacia delante
cuando se juzga que una situación es favorable ( y será favorable sólo en la
medida en que exista una fuerza así, y esté llena de ardor combativo); por eso
la tarea esencial consiste en curarse sistemática y pacientemente de formar,
desarrollar, homogeneizar cada vez más y hacer cada vez más compacta y conciente
de sí misma a esa fuente. Esto se comprueba en la historia militar y en la
atención con la cual se ha preparado siempre a los ejércitos para empezar una guerra
en cualquier momento. Los grandes estados han sido grandes precisamente, porque
estaban en cualquier momento preparados para intervenir eficazmente en las
coyunturas internacionales favorables, y éstas eran favorables para ellos
porque los grandes estados tenían la posibilidad concreta de insertarse
eficazmente en ellas.(1932-1934)
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January, 2013, 19:13
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