.......El
estudio de cómo hay que analizar las “situaciones” o sea, cómo hay que
establecer los diversos grados de relaciones de fuerzas, puede prestarse a una
exposición elemental de ciencia y arte políticos, entendida como un conjunto de
cánones prácticos de investigación y de observaciones particulares útiles para
despertar el interés por la realidad de hecho, y para suscitar intuiciones
política más rigurosas y vigorosas. Al mismo tiempo hay que exponer lo que se
debe entender en política por estrategia y por táctica, por “plan” estratégico,
por propaganda y por agitación, por orgánica, o ciencia de la organización y de
la administración en política.
Los
elementos de observación empírica que comúnmente se exponen en confusión en los
tratados de ciencia política (se puede tomar como ejemplar la obra de G. Mosca,
Elementi di scienza política), tendrían que situarse, en la medida en que no
sean cuestiones abstractas o en el aire, en los varios grados de relaciones de
fuerzas, empezando por las relaciones de fuerzas internacionales (en esta
sección habría que colocar las notas escritas acerca de lo que es una gran
potencia, las agrupaciones de estados en sistemas hegemónicos y, por tanto,
acerca del concepto de independencia y de soberanía por lo que hace a las
potencias pequeñas y medias), para pasar a las relaciones objetivas sociales, o
sea, al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, a las relaciones de
fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior de los
estados) y a las relaciones políticas inmediatadas (es decir, potencialmente
militares).
Las
relaciones internacionales, ¿son (lógicamente) anteriores o posteriores a las
relaciones sociales fundamentales?
Posteriores,
sin duda. Toda innovación orgánica en la estructura modifica orgánicamente las
relaciones absolutas y relativas en el campo internacional, a través de sus
experiones técnico-militarse. También la posición geográfica de un estado nacional
es posterior y no anterior (lógicamente) a las innovaciones estructurales,
aunque reaccione sobre ellas en cierta medida (precisamente en la medida en la
cual las sobrestructuras reaccionan sobre la estructura, la política sobre la
economía, etc.). Por otra parte, las relaciones internacionales reaccionan
pasiva y activamente sobre las relaciones políticas (de hegemonía de los
partidos). Cuanto más subordinada está la vida económica inmediata de una
nación a las relaciones internacionales, tanto más representa un partido esa
situación y la aprovecha para impedir la llegada de los partidos adversarios al
poder (recuérdese el famoso discurso de Nitti sobre la revolución italiana
técnicamente imposible). Desde esa serie de hechos se puede llegar a la conclusión
de que a menudo el llamado “partido del extranjero” no es precisamente el que
se indica como tal, sino el partido más nacionalista, el cual, en realidad, más
que representar las fuerzas vitales del país, representa la subordinación y
sometimiento económico a las naciones o a un grupo de naciones hegemónicas.
(Una alusión a este elemento internacional “represivo” de las energías internas
se encuentra en los artículos publicados por G. Volpe en el Corriere della Sera
del 22 y el 23 de marzo de 1932).
El problema
de las relaciones entre la estructura y las superestructuras es el que hay que
plantear y resolver exactamente para llegar a un análisis acertado de las
fuerzas que operan en la historia de un cierto período, y para determinar su
correlación. Hay que moverse en el ámbito de dos principios:
1) El
que ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solución no existan ya las
condiciones necesarias y suficientes, o no estén, al menos, en vías de
aparición o desarrollo;
2) El
de que ninguna sociedad se disuelve ni puede ser sustituida si primero no ha
desarrollado todas las formas de vida implícitas en sus relaciones (controlar
la exacta enunciación de estos principios). (Una formación social no perece
antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas para las cuales es
aún suficiente y nuevas y más altas relaciones de producción hayan ocupado su
lugar, ni antes de que las condiciones materiales de existencia de estas
últimas hayan germinado en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad
se plantea siempre y sólo las tareas que puede resolver; si se observan las
cosas atentamente, se hallará siempre que la tarea misma no surge sino donde
las condiciones materiales de su solución existen ya o se encuentran al menos
en proceso de formación).” (Marx, Introducción a la Crítica de la economía
política).
De la
reflexión sobre esos dos cánones se puede llegar al desarrollo de toda una
serie de otros principios de metodología histórica. Por de pronto, en el
estudio de una estructura hay que distinguir entre los movimientos orgánicos (relativamente
permanentes) y los movimientos que pueden llamarse “de coyuntura” (y que se
presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). Los fenómenos de
coyuntura dependen también, por supuesto, de movimientos orgánicos, pero su
significación no tiene gran alcance histórico; producen una crítica política
minuta, al día, que afecta a pequeños grupos dirigentes y a las personalidades
inmediatamente responsables del poder. Los fenómenos orgánicos producen una
crítica histórico-social que afecta a las grandes agrupaciones, más allá de las
personas inmediatamente responsables y más allá del personal dirigente. Al
estudiar un período histórico se presenta la gran importancia de esta
distinción. Se tiene, por ejemplo, una crisis que a veces se prolonga durante
decenios. Esa excepcional duración significa que se han revelado en la
estructura contradicciones insanables (las cuales han llegado a madurar), y que
las fuerzas políticas que actúan positivamente para la preservación y la
defensa de la estructura misma se esfuerzan por sanarlas y superarlas dentro de
ciertos límites. Esos esfuerzos interesantes y perseverantes (puesto que
ninguna forma social confesará nunca que está superada) constituyen el terreno
de lo “ocasional”, en el cual se organizan las fuerzas antagónicas, que tienden
a demostrar (demostración que, en último análisis, sólo se consigue y es “verdadera”
si se convierte en nueva realidad, si las fuerzas antagónicas triunfan, pero
que en lo inmediato se desarrolla a través de una serie de polémicas
ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., cuya
concreción puede estimarse por la medida en la que se consiguen ser
convincentes y alteran la disposición preexistente de las fuerzas sociales) que
existen ya las condiciones necesarias y suficientes para que puedan, y por
tanto deban, resolver históricamente determinados problemas (“deban”, porque
todo incumplimiento del deber histórico aumenta el desorden existente, y
prepara catástrofes más graves).
El error en
que a menudo se cae en los análisis histórico-políticos consiste en no saber
hallar una relación justa entre lo que es orgánico y lo que es ocasional: así
se llega a exponer como inmediatamente activas, causas que son, en cambio,
mediatamente, o a afirmar que las causas inmediatas son las causas eficientes
ùnicas; en el primer caso se (Pañuelos en
Rebeldía http://www.panuelosenrebeldia.com.ar Buenos Aires, Argentina!
Generado: 15 January, 2013, 19:13) tiene el exceso de “economismo” o de
doctrinarismo pedante; en otro, el exceso de “ideologismo”; en un caso se sobrestiman
las causas mecánicas, en el otro se exalta el elemento individualista e
individual. La distinción entre “movimientos” y hechos orgánicos y movimientos
y hechos “coyunturales” u ocasionales tiene que aplicarse a todos los tipos de
situación, no sólo a aquellos en los cuales ocurre un desarrollo regresivo o de
crisis aguda, sino también a aquellos otros en los cuales ocurre un desarrollo
progresivo y de prosperidad, así como de estancamiento de las fuerzas productivas.
Difícilmente se establecerá de un modo exacto el nexo dialéctico entre los dos
órdenes de movimiento y, por tanto, de investigación; y si el error es ya grave
en la historiografía, lo será aun más en el arte político, cuando no se trata
de reconstruir la historia pasada, sino de construir la presente y la futura;
los propios deseos y las propias pasiones inferiores son la causa del error,
porque sustituyen el análisis objetivo e imparcial, y eso ocurre no como
“medio” consciente para estimular la acción, sino como autoengaño. También en
este caso muerde la víbora al charlatán; es decir, el demagogo es la primera
víctima de su demagogia.
El no haber considerado el momento inmediato de las “relaciones” de
fuerza está relacionado con los residuos de la concepción liberal vulgar, de la
cual es una manifestación el sindicalismo que creía ser más adelantado mientras
estaba dando un paso atrás. La concepción liberal vulgar, en efecto, al dar
importancia a la relación de las fuerzas políticas organizadas en las varias
formas de partidos (lectores de periódicos, elecciones parlamentarias y
locales, organizaciones de masa de los partidos y de los sindicatos en sentido
estricto), estaba más adelantada que el sindicalismo, el cual concedía
importancia primordial a la relación fundamental económico-social y sólo a
ella. La concepción liberal vulgar tenía en cuenta implícitamente también esa
relación (como se manifiesta en tantos indicios), pero insistía más en la relación
de las fuerzas políticas, que era expresión de la otra, y en realidad la
contenía. Estos residuos de la concepción liberal vulgar se pueden identificar
en toda una serie de estudios que se consideran dependientes de la filosofía de
la praxis y han producido formas infantiles de optimismo y de estupidez.
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