3/07/2013

Antonio Gramsci – Análisis de las Situaciones - Relaciones de Fuerzas – Primera Parte


.......El estudio de cómo hay que analizar las “situaciones” o sea, cómo hay que establecer los diversos grados de relaciones de fuerzas, puede prestarse a una exposición elemental de ciencia y arte políticos, entendida como un conjunto de cánones prácticos de investigación y de observaciones particulares útiles para despertar el interés por la realidad de hecho, y para suscitar intuiciones política más rigurosas y vigorosas. Al mismo tiempo hay que exponer lo que se debe entender en política por estrategia y por táctica, por “plan” estratégico, por propaganda y por agitación, por orgánica, o ciencia de la organización y de la administración en política.

Los elementos de observación empírica que comúnmente se exponen en confusión en los tratados de ciencia política (se puede tomar como ejemplar la obra de G. Mosca, Elementi di scienza política), tendrían que situarse, en la medida en que no sean cuestiones abstractas o en el aire, en los varios grados de relaciones de fuerzas, empezando por las relaciones de fuerzas internacionales (en esta sección habría que colocar las notas escritas acerca de lo que es una gran potencia, las agrupaciones de estados en sistemas hegemónicos y, por tanto, acerca del concepto de independencia y de soberanía por lo que hace a las potencias pequeñas y medias), para pasar a las relaciones objetivas sociales, o sea, al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, a las relaciones de fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior de los estados) y a las relaciones políticas inmediatadas (es decir, potencialmente militares).

Las relaciones internacionales, ¿son (lógicamente) anteriores o posteriores a las relaciones sociales fundamentales?
Posteriores, sin duda. Toda innovación orgánica en la estructura modifica orgánicamente las relaciones absolutas y relativas en el campo internacional, a través de sus experiones técnico-militarse. También la posición geográfica de un estado nacional es posterior y no anterior (lógicamente) a las innovaciones estructurales, aunque reaccione sobre ellas en cierta medida (precisamente en la medida en la cual las sobrestructuras reaccionan sobre la estructura, la política sobre la economía, etc.). Por otra parte, las relaciones internacionales reaccionan pasiva y activamente sobre las relaciones políticas (de hegemonía de los partidos). Cuanto más subordinada está la vida económica inmediata de una nación a las relaciones internacionales, tanto más representa un partido esa situación y la aprovecha para impedir la llegada de los partidos adversarios al poder (recuérdese el famoso discurso de Nitti sobre la revolución italiana técnicamente imposible). Desde esa serie de hechos se puede llegar a la conclusión de que a menudo el llamado “partido del extranjero” no es precisamente el que se indica como tal, sino el partido más nacionalista, el cual, en realidad, más que representar las fuerzas vitales del país, representa la subordinación y sometimiento económico a las naciones o a un grupo de naciones hegemónicas. (Una alusión a este elemento internacional “represivo” de las energías internas se encuentra en los artículos publicados por G. Volpe en el Corriere della Sera del 22 y el 23 de marzo de 1932).

El problema de las relaciones entre la estructura y las superestructuras es el que hay que plantear y resolver exactamente para llegar a un análisis acertado de las fuerzas que operan en la historia de un cierto período, y para determinar su correlación. Hay que moverse en el ámbito de dos principios:
1)     El que ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes, o no estén, al menos, en vías de aparición o desarrollo;
2)     El de que ninguna sociedad se disuelve ni puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas de vida implícitas en sus relaciones (controlar la exacta enunciación de estos principios). (Una formación social no perece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas para las cuales es aún suficiente y nuevas y más altas relaciones de producción hayan ocupado su lugar, ni antes de que las condiciones materiales de existencia de estas últimas hayan germinado en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad se plantea siempre y sólo las tareas que puede resolver; si se observan las cosas atentamente, se hallará siempre que la tarea misma no surge sino donde las condiciones materiales de su solución existen ya o se encuentran al menos en proceso de formación).” (Marx, Introducción a la Crítica de la economía política).

De la reflexión sobre esos dos cánones se puede llegar al desarrollo de toda una serie de otros principios de metodología histórica. Por de pronto, en el estudio de una estructura hay que distinguir entre los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) y los movimientos que pueden llamarse “de coyuntura” (y que se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). Los fenómenos de coyuntura dependen también, por supuesto, de movimientos orgánicos, pero su significación no tiene gran alcance histórico; producen una crítica política minuta, al día, que afecta a pequeños grupos dirigentes y a las personalidades inmediatamente responsables del poder. Los fenómenos orgánicos producen una crítica histórico-social que afecta a las grandes agrupaciones, más allá de las personas inmediatamente responsables y más allá del personal dirigente. Al estudiar un período histórico se presenta la gran importancia de esta distinción. Se tiene, por ejemplo, una crisis que a veces se prolonga durante decenios. Esa excepcional duración significa que se han revelado en la estructura contradicciones insanables (las cuales han llegado a madurar), y que las fuerzas políticas que actúan positivamente para la preservación y la defensa de la estructura misma se esfuerzan por sanarlas y superarlas dentro de ciertos límites. Esos esfuerzos interesantes y perseverantes (puesto que ninguna forma social confesará nunca que está superada) constituyen el terreno de lo “ocasional”, en el cual se organizan las fuerzas antagónicas, que tienden a demostrar (demostración que, en último análisis, sólo se consigue y es “verdadera” si se convierte en nueva realidad, si las fuerzas antagónicas triunfan, pero que en lo inmediato se desarrolla a través de una serie de polémicas ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., cuya concreción puede estimarse por la medida en la que se consiguen ser convincentes y alteran la disposición preexistente de las fuerzas sociales) que existen ya las condiciones necesarias y suficientes para que puedan, y por tanto deban, resolver históricamente determinados problemas (“deban”, porque todo incumplimiento del deber histórico aumenta el desorden existente, y prepara catástrofes más graves).

El error en que a menudo se cae en los análisis histórico-políticos consiste en no saber hallar una relación justa entre lo que es orgánico y lo que es ocasional: así se llega a exponer como inmediatamente activas, causas que son, en cambio, mediatamente, o a afirmar que las causas inmediatas son las causas eficientes ùnicas; en el primer caso se (Pañuelos en Rebeldía http://www.panuelosenrebeldia.com.ar Buenos Aires, Argentina! Generado: 15 January, 2013, 19:13) tiene el exceso de “economismo” o de doctrinarismo pedante; en otro, el exceso de “ideologismo”; en un caso se sobrestiman las causas mecánicas, en el otro se exalta el elemento individualista e individual. La distinción entre “movimientos” y hechos orgánicos y movimientos y hechos “coyunturales” u ocasionales tiene que aplicarse a todos los tipos de situación, no sólo a aquellos en los cuales ocurre un desarrollo regresivo o de crisis aguda, sino también a aquellos otros en los cuales ocurre un desarrollo progresivo y de prosperidad, así como de estancamiento de las fuerzas productivas. Difícilmente se establecerá de un modo exacto el nexo dialéctico entre los dos órdenes de movimiento y, por tanto, de investigación; y si el error es ya grave en la historiografía, lo será aun más en el arte político, cuando no se trata de reconstruir la historia pasada, sino de construir la presente y la futura; los propios deseos y las propias pasiones inferiores son la causa del error, porque sustituyen el análisis objetivo e imparcial, y eso ocurre no como “medio” consciente para estimular la acción, sino como autoengaño. También en este caso muerde la víbora al charlatán; es decir, el demagogo es la primera víctima de su demagogia.

El no haber considerado el momento inmediato de las “relaciones” de fuerza está relacionado con los residuos de la concepción liberal vulgar, de la cual es una manifestación el sindicalismo que creía ser más adelantado mientras estaba dando un paso atrás. La concepción liberal vulgar, en efecto, al dar importancia a la relación de las fuerzas políticas organizadas en las varias formas de partidos (lectores de periódicos, elecciones parlamentarias y locales, organizaciones de masa de los partidos y de los sindicatos en sentido estricto), estaba más adelantada que el sindicalismo, el cual concedía importancia primordial a la relación fundamental económico-social y sólo a ella. La concepción liberal vulgar tenía en cuenta implícitamente también esa relación (como se manifiesta en tantos indicios), pero insistía más en la relación de las fuerzas políticas, que era expresión de la otra, y en realidad la contenía. Estos residuos de la concepción liberal vulgar se pueden identificar en toda una serie de estudios que se consideran dependientes de la filosofía de la praxis y han producido formas infantiles de optimismo y de estupidez.

No hay comentarios: