Por: CampoE
Galindo – Columnista Polo Crítico
Ya pasó el
III Congreso, pero no parece. Después de ese evento el partido quedó en ascuas
un largo período hasta que al fin se publicaron las esperadas conclusiones:
unos estatutos cuyos borradores no fueron previamente difundidos y un ideario
de unidad con actualización de nombres propios. Ha sido un tiempo de
adaptaciones y reacomodos organizativos de quienes quedamos, pero de pobreza en
la vida política interna. Hay una convivencia de satisfechos, insatisfechos y
resignados; unos pensando ya en las elecciones de 2014 y muy pocos en lo que
quedó convertido el Polo después del Congreso, sus posibilidades y el papel que
podría jugar hacia adelante en las luchas políticas; es decir, qué
connotaciones tiene actualmente una militancia dentro del PDA.
De entrada
digamos que hoy día únicamente existen dos formas de continuar dentro de las
filas del Polo:
Una es
coadyuvando a que los compañeros del MOIR desarrollen su programa de un
capitalismo nacional, buscando para ello alianzas con todos los sectores que
resulten afectados con los TLCs, incluídos los paraempresarios que tanto mimó
el uribismo.
La otra es,
construyendo proyecto político. No podemos quedarnos eternamente en la queja de
que otros manipulan, utilizan o “ningunean” nuestra participación dentro del
partido. Es hora de reconocer que después de excluído el Partido Comunista,
dentro del Polo quedan: otro partido y un reguero de colectivos con afinidades
internas difusas, más personales que ideológicas, que nunca fueron capaces de
estructurarse como tendencias dentro de la organización. Muy diferente a lo que
ahora existe, tendencias son alineamientos ideológicos explícitos sobre asuntos
de la línea política oficial que no tengan suficiente desarrollo o no estén
debidamente actualizados. Las tendencias como los afiliados, igualmente se
afilian o matriculan dentro de la organización, no con otro documento que una
declaración o un ideario político que las identifique y les confiera
legitimidad interior.
Uno de los
resultados del hegemonismo que se ha practicado dentro del Polo, pero también
de nuestro apoliticismo, es palpable hoy en la vida interna de la organización:
no hay tendencias; hay un partido con vocación de poder (hacia adentro) y unas
células incipientes relegadas a la marginalidad voluntarista.
En esta
materia, el Polo ha vivido y vive además, un estado de cosas antiestatutario,
porque la obligación de pertenecer a Comités de base, es generalizadamente
violada y no sancionada. Se volvió más atractivo pertenecer a remedos de
tendencias, que de todas maneras son tenidas en cuenta a la hora de definir
representaciones a cualquier organismo o evento partidario. De conjunto, la
crisis del Polo, profundizada por el III Congreso, se llama despolitización.
Es muy harto
repetir cosas que se dijeron durante todo el año pasado, pero si el
destinatario de todas nuestras diatribas era el MOIR, después del III Congreso
nos las debemos decir nosotros mismos, los que seguimos siendo minorías difusas
pero con mente abierta. La despolitización del partido se expresa por lo menos en las siguientes carencias:
El ideario
de unidad no se desarrolla. Le pasan los congresos por encima sin romperlo ni
mancharlo. Y peor: le pasan por encima los cambios acelerados que ocurren
dentro de la sociedad colombiana y de su entorno internacional.
La táctica
política es un antigobiernismo no propositivo lleno de lugares comunes. Todo
mundo parece de acuerdo en que es al MOIR a quien le corresponde trazarla.
El ideario
se agota en lo nacional, pero entendido lo nacional como el estado-nación
propio de la modernidad capitalista. No existe ni idea de la nación como pueblo
ni como identidad cultural; por lo tanto lo plurinacional tampoco existe en el
ideario, ya que tampoco el partido aprende de los procesos de cambio en los
países hermanos.
Carecemos de
proyecto o idearios regionales. Existimos en Antioquia pero el partido no tiene
posición, por ejemplo, sobre la antioqueñidad, ni entiende la particularidad
política de las élites dirigentes paisas.
En materia
local estamos en las mismas. Temas como el “cinturón verde”, los impuestos, la
inseguridad, la movilidad, los nuevos espacios públicos, los grandes eventos o
la designación como ciudad más innovadora del mundo, se siguen abordando sin
contexto, es decir, sin unas caracterizaciones básicas sobre la ciudad que
permitan orientarnos con perspectiva de mediano plazo. De esa manera seguiremos
siendo guayaba madura para los toches verdes y liberales que se turnan el
gobierno de Medellín.
El etcétera
de carencias es muy largo pero no es el propósito de este escrito. La idea es
insistir en que es política lo que le falta al Polo. Luchar contra el
hegemonismo interno pasa por repolitizar la organización, y sería absurdo
pensar que esa tarea puede cumplirla la actual dirección partidaria.
Hegemonismo y despolitización son dos caras de la misma moneda. Por ello estoy
sosteniendo que la única manera de pertenecer al partido sin hacerle el juego
al hegemonismo, es construyendo proyecto político. Es en esa perspectiva que
hoy tiene validez el estudio, el debate de ideas, la participación en los
organismos directivos y de base, y la vinculación a las diferentes resistencias
democráticas y antisistémicas que hoy se multiplican en Colombia.
El fracaso
de la Izquierda
colombiana no es un fracaso ajeno. No hay razón para que sigamos refiriéndonos
a él en tercera persona. Somos dados a declararnos herederos de sus escasos
aciertos pero inmaculados frente a sus viejos errores y desviaciones. Esa mentalidad
moralmente frágil nos obnubila y nos convierte en una de las Izquierdas más
atrasadas de América Latina, no tanto porque estemos lejos de liderar
movimientos democráticos triunfantes como los de la mayoría del subcontinente,
sino porque no sabemos explicar cuáles son las particularidades colombianas que
nos siguen manteniendo en esa situación de marginalidad.
Si
entendemos estos planteamientos simples, tenemos el derecho, el deber y la
obligación de construir proyecto político.
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