3/07/2013

Al Oído de la Minoría


Por: CampoE Galindo – Columnista Polo Crítico
Ya pasó el III Congreso, pero no parece. Después de ese evento el partido quedó en ascuas un largo período hasta que al fin se publicaron las esperadas conclusiones: unos estatutos cuyos borradores no fueron previamente difundidos y un ideario de unidad con actualización de nombres propios. Ha sido un tiempo de adaptaciones y reacomodos organizativos de quienes quedamos, pero de pobreza en la vida política interna. Hay una convivencia de satisfechos, insatisfechos y resignados; unos pensando ya en las elecciones de 2014 y muy pocos en lo que quedó convertido el Polo después del Congreso, sus posibilidades y el papel que podría jugar hacia adelante en las luchas políticas; es decir, qué connotaciones tiene actualmente una militancia dentro del PDA.
De entrada digamos que hoy día únicamente existen dos formas de continuar dentro de las filas del Polo:
Una es coadyuvando a que los compañeros del MOIR desarrollen su programa de un capitalismo nacional, buscando para ello alianzas con todos los sectores que resulten afectados con los TLCs, incluídos los paraempresarios que tanto mimó el uribismo.
La otra es, construyendo proyecto político. No podemos quedarnos eternamente en la queja de que otros manipulan, utilizan o “ningunean” nuestra participación dentro del partido. Es hora de reconocer que después de excluído el Partido Comunista, dentro del Polo quedan: otro partido y un reguero de colectivos con afinidades internas difusas, más personales que ideológicas, que nunca fueron capaces de estructurarse como tendencias dentro de la organización. Muy diferente a lo que ahora existe, tendencias son alineamientos ideológicos explícitos sobre asuntos de la línea política oficial que no tengan suficiente desarrollo o no estén debidamente actualizados. Las tendencias como los afiliados, igualmente se afilian o matriculan dentro de la organización, no con otro documento que una declaración o un ideario político que las identifique y les confiera legitimidad interior.
Uno de los resultados del hegemonismo que se ha practicado dentro del Polo, pero también de nuestro apoliticismo, es palpable hoy en la vida interna de la organización: no hay tendencias; hay un partido con vocación de poder (hacia adentro) y unas células incipientes relegadas a la marginalidad voluntarista.
En esta materia, el Polo ha vivido y vive además, un estado de cosas antiestatutario, porque la obligación de pertenecer a Comités de base, es generalizadamente violada y no sancionada. Se volvió más atractivo pertenecer a remedos de tendencias, que de todas maneras son tenidas en cuenta a la hora de definir representaciones a cualquier organismo o evento partidario. De conjunto, la crisis del Polo, profundizada por el III Congreso, se llama despolitización.
Es muy harto repetir cosas que se dijeron durante todo el año pasado, pero si el destinatario de todas nuestras diatribas era el MOIR, después del III Congreso nos las debemos decir nosotros mismos, los que seguimos siendo minorías difusas pero con mente abierta. La despolitización del partido se expresa por  lo menos en las siguientes carencias:
El ideario de unidad no se desarrolla. Le pasan los congresos por encima sin romperlo ni mancharlo. Y peor: le pasan por encima los cambios acelerados que ocurren dentro de la sociedad colombiana y de su entorno internacional.
La táctica política es un antigobiernismo no propositivo lleno de lugares comunes. Todo mundo parece de acuerdo en que es al MOIR a quien le corresponde trazarla.
El ideario se agota en lo nacional, pero entendido lo nacional como el estado-nación propio de la modernidad capitalista. No existe ni idea de la nación como pueblo ni como identidad cultural; por lo tanto lo plurinacional tampoco existe en el ideario, ya que tampoco el partido aprende de los procesos de cambio en los países hermanos.
Carecemos de proyecto o idearios regionales. Existimos en Antioquia pero el partido no tiene posición, por ejemplo, sobre la antioqueñidad, ni entiende la particularidad política de las élites dirigentes paisas.
En materia local estamos en las mismas. Temas como el “cinturón verde”, los impuestos, la inseguridad, la movilidad, los nuevos espacios públicos, los grandes eventos o la designación como ciudad más innovadora del mundo, se siguen abordando sin contexto, es decir, sin unas caracterizaciones básicas sobre la ciudad que permitan orientarnos con perspectiva de mediano plazo. De esa manera seguiremos siendo guayaba madura para los toches verdes y liberales que se turnan el gobierno de Medellín.
El etcétera de carencias es muy largo pero no es el propósito de este escrito. La idea es insistir en que es política lo que le falta al Polo. Luchar contra el hegemonismo interno pasa por repolitizar la organización, y sería absurdo pensar que esa tarea puede cumplirla la actual dirección partidaria. Hegemonismo y despolitización son dos caras de la misma moneda. Por ello estoy sosteniendo que la única manera de pertenecer al partido sin hacerle el juego al hegemonismo, es construyendo proyecto político. Es en esa perspectiva que hoy tiene validez el estudio, el debate de ideas, la participación en los organismos directivos y de base, y la vinculación a las diferentes resistencias democráticas y antisistémicas que hoy se multiplican en Colombia.
El fracaso de la Izquierda colombiana no es un fracaso ajeno. No hay razón para que sigamos refiriéndonos a él en tercera persona. Somos dados a declararnos herederos de sus escasos aciertos pero inmaculados frente a sus viejos errores y desviaciones. Esa mentalidad moralmente frágil nos obnubila y nos convierte en una de las Izquierdas más atrasadas de América Latina, no tanto porque estemos lejos de liderar movimientos democráticos triunfantes como los de la mayoría del subcontinente, sino porque no sabemos explicar cuáles son las particularidades colombianas que nos siguen manteniendo en esa situación de marginalidad.
La Izquierda colombiana funciona como una bicicleta estática; ante todo porque ha sido incapaz de aprender de sí misma, de su pasado, de su presente y de otros procesos revolucionarios más allá de las fronteras.
Si entendemos estos planteamientos simples, tenemos el derecho, el deber y la obligación de construir proyecto político.

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