Carlos Gaviria,
nacido en Sopetrán, Antioquia,
en 1937, y fallecido dos años atrás en Bogotá
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Si
un político colombiano muere y sus seguidores y opositores lo recuerdan como a
un grande, es porque algo bueno hizo. Así sucede con Carlos Gaviria Díaz, quien
nació el 8 de mayo de 1937 en la población antioqueña de Sopetrán. Este
municipio es conocido como “La tierra de las frutas”, por la bonanza que ofrece
su suelo, y ese mismo suelo fue fructífero para el nacimiento de uno de los
juristas más importantes del siglo XX en Colombia: Carlos Gaviria Díaz.
Dentro
de sus aportes, se destaca su labor como docente de la Universidad de
Antioquia, alma máter que, en un homenaje póstumo de 2015, nombró a su
Biblioteca Central con su nombre y apellido. Su memoria estará unida por
siempre a los libros, lo que sin duda lo enorgullecería, porque él solía
repetir una frase con ese tono inconfundible del deber cumplido: “Yo soy mi
biblioteca”.
Carlos
Gaviria también fue magistrado sobresaliente de la Corte Constitucional entre
1993 y 2001. Su trabajo hizo que un antiguo alumno suyo, Álvaro Uribe Vélez,
quien fuera gobernador de Antioquia entre 1995 y 1997, lo condecorara como
“Antioqueño Emérito” en el último año de su administración. La ironía marcó
este episodio, pues Álvaro Uribe se transformaría en la antítesis de todo el
pensamiento que pregonó Carlos Gaviria. Ni modo, la educación universitaria
también tiene alumnos ineducables.
El
gamonalismo de Uribe derrotó la política de ideas liberales de Gaviria en las elecciones
de 2006. Uribe, astuto como pocos, decidió ausentarse de los debates
presidenciales, en los que seguramente Carlos Gaviria hubiese disminuido la
avalancha populista de Uribe. No fue así, pero la alianza de izquierdas que
consiguió Gaviria obtuvo un triunfo fundamental: 2 millones 600 mil votos. Esto
consolidó a la izquierda como la tercera fuerza política del país.
Las voces de sus amigos
Quienes
tuvieron la fortuna de conocerlo, lo recuerdan como un excelente ser humano,
respetuoso de todos y con un tacto envidiable en sus relaciones laborales y
personales. De todos los amigos que dejó, cuatro se dieron cita el 11 de
septiembre de 2016 en el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá. Las
voces de Patricia Lara, Rodrigo Uprimny, Rodolfo Arango y Alfredo Molano,
desempolvaron el anecdotario.
Patricia
Lara señaló que acompañar al candidato del Polo en la campaña del 2006, como
fórmula vicepresidencial, fue una experiencia afortunada. En esa correduría
política, Lara tuvo la oportunidad de conocerlo más de cerca. La cercanía fue
literal, pues por el ahorro de presupuesto, muchas veces compartieron cuartos
de hotel junto con otras personas de la campaña. En esa dinámica del ahorro,
ella fue testigo de que la grandeza del pensamiento de Carlos Gaviria era
directamente proporcional a la de sus calzoncillos. En una ocasión, lo vio
saliendo de tomar una ducha: “En el Festival Vallenato lo vi en calzoncillos,
eran como los de mi papá, viejos y gigantes”.
La
escritora evocó que Gaviria insistía en divulgar un mensaje claro en sus
discursos. Aseveró que el fervor electoral hacía que el candidato olvidara su
tono diplomático para expresar con firmeza que “Colombia no era esa finca que
Uribe quería manejar a su antojo”. El mensaje tuvo excelente recepción, pero no
contundencia suficiente para impedir la reelección amañada de Uribe.
Por
su parte, Rodrigo Uprimny recordó que la condición de soñador, en la que vivía
Gaviria, le jugó en contra, porque su honorabilidad le mermó habilidades de
astucia para permanecer en la voracidad política colombiana. Uprimny lo conoció
en la intimidad que comparten los amigos, esto le permitió reseñar que toda
charla privada en el hogar de Gaviria tenía un acompañante infaltable: “su
whisky de malta”.
Profesor Rodrigo
Uprimny
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Rodrigo
Uprimny definió a Carlos Gaviria como “un gran profesor, un hombre dueño de una
cultura literaria e histórica enorme”. En consonancia, sostuvo: “Carlos, como
Sócrates, llevó a la política el pensamiento filosófico”. Este rasgo fue
corroborado por Rodolfo Arango, quien precisó que el homenajeado “se zambullía
en la literatura y la filosofía con el mismo placer”. Arango destacó que los
pilares del pensamiento político de Carlos Gaviria fueron especialmente tres:
Kant, Wittgenstein y Borges. Desde estos apellidos indiscutibles en cualquier
escuela de pensamiento, Rodolfo Arango afirmó que Gaviria siempre peleó contra
los inquisidores de la moralidad colombiana, pues con vehemencia “repudiaba que
alguien se erigiera en una autoridad moral y pretendiera imponer normas de
conducta”.
El
profesor Arango también destacó que las sentencias que Carlos Gaviria dictó
siendo magistrado, sobre la eutanasia y la despenalización de la dosis mínima,
son textos seminales dentro del estudio legislativo. Uprimny y Arango pusieron
la parte más académica de la charla, pero cuando habló Alfredo Molano, el
léxico elevado se cambió por un lenguaje sencillo. Molano buscó en su memoria y
compartió lo que más recordaba de Carlos. Dijo que con él aprendió de música,
pues sus charlas siempre tuvieron el mismo escenario de bohemia: la Casa Museo
Gardeliana de Medellín. Molano descubrió el amor de Gaviria por la música de
Gardel y disfrutó escuchándolo hablar de una de sus pasiones más sentidas: el
tango.
El
escritor bogotano mencionó: “Carlos fue un hombre de un trato muy sencillo,
pero a veces se aprovechaba de los privilegios que brinda la amistad”. Recordó
que a inicios del milenio, Gaviria le pidió que le prologara un libro. Molano
aceptó en el acto y cuando recibió la copia, descubrió que “era un mamotreto de
600 páginas lleno de sentencias”. El tema rígido no le agradó, pero cumplió e
hizo el prólogo del libro titulado Sentencias: herejías constitucionales
(2002).
Entre
risas por la anécdota del “mamotreto”, terminó el homenaje al hombre cuyas
enseñanzas perdurarán, porque dejó huellas imborrables, batallas elegantes y
anécdotas inolvidables. Su vigencia es indiscutible, Carlos Gaviria fue un
doctor a carta cabal, pero ese título en Colombia ya tiene un significado
peyorativo, porque los “doctores” son los que más daño le han hecho al país.
Por eso, aquella noche de septiembre no se festejó a un doctor, se honró a un
maestro. - Por: Farouk Caballero – El Espectador.com – 02 – 04 – 2017
Comcrear Óriente: Organo de Expresión del Movimiento Cívico
“Ramón Emilio Arcila”
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