Theresa
May, Boris Johnson, Donald Trump, Marinne Le Pen, Silvio Berlusconi, homólogos
en Austria, Holanda, Escandinavia. Colombia no se salva: Uribe, Ordóñez, muchos
alfiles. He aquí las voces fantasmales.
La
extrema derecha es el fantasma que recorre al mundo. Ya no es el comunismo,
como lo proclamó el Manifiesto de Marx y Engels hace casi 170 años. El nuevo
fantasma asusta no solo en Europa, sino en los cuatro costados del planeta.
Luego de
que la izquierda en el poder hizo iguales o peores tropelías que la derecha
histórica, se pregonó el fin de la división entre derecha e izquierda. Ahora
resulta que de entre el vacío de la patria boba levanta su lengua felona, no la
derecha, sino la extrema derecha.
Como si
fuera necesario llevar a límites, incluso risibles, los postulados de cada
facción para advertir la hondura de las diferencias, el boquete de evolución
existente entre los de un lado y el otro.
Porque es
risible proponer terapias de conversión para homosexuales, como lo hace el
programa del partido Republicano gringo. O reunir casi cinco millones de firmas
arrepentidas, para echar atrás el Brexit inglés.
Por otro
lado, es ya no solo risible sino extravagante la declaración del carbón como
fuente limpia de energía y de la Biblia como guía para los jueces. Estas fórmulas
del mismo partido, y otras expuestas ayer en El Espectador por Juan David
Torres, caen en anacronismo neto y hacen retroceder ciclos en la evolución del
pensamiento.
Y aquí
está la gran godarria universal aullando, manoteando, agitando el copete pajizo
de sus melenas septuagenarias. Y lo que es peor: ganando encuestas, cosechando
votos.
Sus
opositores, la vapuleada izquierda igualmente septuagenaria e igualmente ávida,
los intelectuales timoratos detrás de metalenguajes intraducibles, los
indignados carentes de identidad y nuevos ritos, todos andan aterrorizados sin
comprender por qué la realidad no se ajusta a los libros.
El
pueblo, entre tanto, tiene suficiente faena con la batalla cotidiana de la
subsistencia. Descree de todo, no milita en nada, se apoca en noticieros, ríe
en las redes sociales, azuza en el fútbol, amordaza cierto miedo inubicable.
En el eje
del engranaje, los medios de comunicación inflan el espanto porque la alarma
congrega a millones de consumidores y clientes. Les interesa vender, ayudar a
vender, y si los estrafalarios líderes de ultraderecha mueven masas como Hitler
con sus escuadrones, pues hay que ponerles micrófonos, cámaras, engrandecer su
demencia.
A los
expresidentes siguen tratándolos de ´presidentes´. Los hacen dar órdenes
incluso más allá de sus muertes de formol. El menor de sus trinos es vuelto
gigante, como parte del espectáculo. Cada ocurrencia, cada demagogia, es tomada
como palabra de oro.
Así crece
el fantasma de la extrema derecha, así va pasando de fantasma a guadaña, a
pandemia. El pobre mundo, fatigado de guerras, atisba de cerca su ascenso
triunfal, su efluvio mortuorio. - Por: Arturo Guerrero - 14 – 07 - 2016 - arturoguerreror@gmail.com
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