Defensa de Nariño ante el Senado Tiene 58 años, pero aparenta más. El largo encierro en calabozos españoles por haber traducido del francés y haber divulgado en Es el personaje “de otro tiempo” que, llevado al Congreso por Bolívar, siente íntimamente que su patria ya no lo necesita, que su ciudad, Bogotá, no lo recuerda, y que las consideraciones mostradas por Bolívar para con él, lo sitúa de ese lado, ante los amigos y partidarios de Santander. De ahí que diputados santanderistas como Vicente Azuero y Diego Gómez, instauren en el Senado una acusación contra Antonio Nariño, con ánimo de sacarlo otra vez del juego. Pero Antonio Nariño parece despertarse y crecer ante las inculpaciones. Todo el ardor de sus años juveniles, su brío, el imán de su presencia, vuelven a concentrarse en este hombre prematuramente senil, que realiza una apabullante defensa en el Senado. Dice Antonio Nariño el 14 de mayo de 1823: «Señores de Tres son los cargos que se me hacen, como lo acabáis de oír: 1. De malversación en la tesorería de diezmos, ahora treinta años. 2. De traidor a la patria, habiéndome entregado voluntariamente en Pasto al enemigo, cuando iba mandando de general en jefe de la expedición del sur el año de 14. 3. De no tener el tiempo de residencia en Colombia, que previene ... Suponed, señores, que en lugar de haber establecido una imprenta a mi costa; en lugar de haber impreso los Derechos del Hombre; en lugar de haber acopiado una exquisita librería de muchos miles de libros escogidos; en lugar de haber propagado las ideas de libertad, hasta en los escritos de mi defensa, como se verá después, sólo hubiera pensado en mi fortuna particular, en adular a los virreyes, con quienes tenía amistad, y en hacer la corte a los oidores, como mis enemigos se la han hecho a los expedicionarios. ¿Cuál habría sido mi caudal en los 16 años que transcurrieron hasta la revolución? ¿Cuál habría sido hasta el día?... Y porque todo lo he sacrificado por amor a ¿Hay entre las personas que hoy me escuchan, hay en esta ciudad y en toda la república una sola que ignore los sucesos de estos 29 años? ¿Hay quien no sepa que la mayor parte de ellos los he pasado encerrado en el cuartel de caballería, de esta ciudad, en el de milicias de Santa Marta, en el del Fijo de Cartagena, en las bóvedas de Bocachica, en el castillo del Príncipe de El segundo cargo es el haberme entregado voluntariamente en Pasto al enemigo, cuando iba mandando la expedición del sur el año de 13. Es decir, que después de 20 años de sacrificios y servicios hechos a la causa de la libertad de mi patria, siendo presidente dictador de Cundinamarca y general en jefe de esta expedición, siempre victoriosa, me dio la gana de entregarme al furor de los pastusos y al gobierno español, de cuyas garras había escapado milagrosamente, no una vez, sino tres ocasiones diferentes. ¿Y será preciso, señores, que yo me presente ahora cargado de documentos para justificarme ante el senado? ¿Es preciso ser un Diego Gómez, un Azuero, para atreverse, con tanta desvergüenza a estampar, en medio de un congreso, semejante acusación? ¿Qué era lo que yo iba a buscar a Pasto? ¿Qué servicios los que iba a prestar al gobierno español? ¿Conduje conmigo algún tesoro, algunas personas importantes? ¿Entregué el ejército que iba a mis órdenes? ¿Llevaba conmigo documentos que justificasen mi amor y fidelidad al rey?... Y si nada de esto llevaba, ¿qué es lo que iba a buscar a Pasto? Los hombres, en semejantes momentos no se mueven sino por el interés, la ambición, la gloria, o el amor a No hablemos del último motivo, porque por cualquier lado que se le mire, siempre resulta, o imposible o glorioso para mí: si el amor a ...El tercer cargo que se me hace es la falta de residencia que exige ...Y a vista de semejante escandalosa acusación, comenzada por el primer congreso general y al abrirse la primera legislatura, ¿qué deberemos presagiar de nuestra república? ¿Qué podemos esperar para lo sucesivo si mis acusadores triunfan o qué, si se quedan impunes? Por una de esas singularidades que no están en la previsión humana, este juicio, que a primera vista parece de poca importancia, va a ser la piedra angular del edificio de vuestra reputación. Hoy, señores, hoy va a ver cada ciudadano lo que debe esperar para la seguridad de su honor, de sus bienes, de su persona; hoy va a ver toda la república lo que debe esperar de vosotros para su gloria. En vano, señores, dictaréis decretos y promulgaréis leyes llenas de sabiduría; en vano os habréis reunido en este templo augusto de la ley, si el público sigue viendo a Gómez y Azuero sentados en los primeros tribunales de justicia, y a Barrionuevo insultando impunemente por las calles a los superiores, al pacífico ciudadano, al honrado menestral. En vano serán vuestros trabajos y las justas esperanzas que en vuestra sabiduría tenemos fundadas. Si vemos ejemplos semejantes en las antiguas repúblicas, si los vemos en Roma y Atenas, los vemos en su decadencia, en medio de la corrupción a que su misma opulencia los había conducido. En el nacimiento de la república romana vemos a Bruto sacrificando a su mismo hijo por el amor a la justicia y a la libertad; y en su decadencia a Clodio, a Catilina, a Marco Antonio sacrificando a Cicerón por sus intereses personales. Atenas nació bajo las espigas de Ceres, se elevó a la sombra de la justicia del Areópago, murió con Milcíades, con Sócrates y Foción. ¿Qué debemos esperar, pues, de nuestra república si comienza por donde las otras acabaron? Al principio del reino de Tiberio, dice un célebre escritor, la complacencia, la adulación, la bajeza, la infamia, se hicieron artes necesarias a todos los que quisieron agradar; así todos los motivos que hacen obrar a los hombres, los apartaban de la virtud, que cesó de tener partidarios desde el momento en que comenzó a ser peligrosa. Si vosotros, señores, al presentaros a la faz del mundo como legisladores, como jueces, como defensores de la libertad y la virtud, no dais un ejemplo de la integridad de Bruto, del desinterés de Foción y de la justicia severa del tribunal de Atenas, nuestra libertad va a morir en su nacimiento. Desde la hora en que triunfe el hombre atrevido, desvergonzado, intrigante, adulador, el reino de Tiberio empieza y el de la libertad acaba». |
6/03/2011
ANTONIO NARIÑO: LA DIGNIDAD DE UN VERDADERO PADRE DE LA PATRIA
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1 comentario:
QUE COINCIDENCIA; EL JUICIO CON TRA ANTONIO NARIÑO, PARECE LLEVA DO POR UN SUJETO COMO EL PROCURA DOR ORDÓÑEZ........NADA QUE VER CON LA VERDAD, JUSTICIA Y REPARA CIÓN. LO IMPORTANTE,ES PERJUDICAR
Y CONDENAR, AUNQUE LA VERDAD NI SIQUIERA SE ASOME AL PROCESO ! ! !
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