Francisco Villalba El Paramilitar
Que Sabía Demasiado
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Villalba
aseguraba que mientras se ejecutaba la masacre, dos helicópteros sobrevolaban
el área: uno era el de Carlos Castaño y otro de la Gobernación de Antioquia.
El
cadáver tenía atado un escapulario en el tobillo izquierdo. Un agüero del bajo
mundo indica que la Virgen ayuda a escapar de los enemigos a los que se le
encomiendan y se amarran un escapulario al pie. Ni la plegaria ni el amarre le
funcionaron a Francisco Enrique Villalba Hernández, uno de los autores de la
masacre de El Aro. Lo mataron con tres certeros disparos de pistola con
silenciador, delante de su esposa y de su hija.
Villalba
estaba condenado a 33 años y cuatro meses de prisión por su participación, como
mando medio, en la matanza de El Aro en donde 17 personas fueron asesinadas por
los paramilitares. Tenía una segunda condena por su participación en la masacre
de Pichilín, en Sucre, su departamento natal.Sin embargo, 23 días antes de su
asesinato recibió la noticia de que podía irse de la cárcel de máxima seguridad
de Itagüí por razones de salud.
Francisco
Villalba, que habría aprendido la desconfianza desde niño y al lado de la Quica
y otros sicarios del primer anillo de Pablo Escobar, pensó que algo malo debía
haber detrás de la buena noticia. Desde que le anunciaron que saldría de la
cárcel le dijo a sus allegados que sus días estaban contados.
Era
un hombre que no se inmutaba contando cómo había degollado y descuartizado
personas y cuyo testimonio fue clave para establecer lo que pasó en el caserío
cerca de Ituango, Antioquia.
En
octubre de 1997 los paramilitares —y Villalba era uno de los comandantes— se
pasearon sin apremio por el pueblito. Quemaron 42 de las 60 casas. Violaron a
las mujeres frente a sus hijos. Amarraron al tendero a un palo y le arrancaron
los testículos, los ojos y el corazón, para que los demás escarmentaran. Las
otras 16 víctimas fueron buscadas, identificadas y asesinadas. A algunos los
torturaron solo por placer porque no esperaban que confesaran nada. El ataque
de los ‘mochacabezas’ duró cuatro días.
Los
sobrevivientes confirmaron que lo que decía Villalba coincidía con la pesadilla
que vivieron y por eso la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al
Estado colombiano.
Sin
embargo, una parte de su testimonio sigue sin aclararse. Francisco Villalba
aseguraba que uno de esos días mientras se ejecutaba la masacre, dos
helicópteros sobrevolaban el área: uno era el de Carlos Castaño y otro era uno
de color amarillo de la Gobernación de Antioquia.
También
afirmaba que antes de la matanza escoltó una reunión en la que estuvieron
“Álvaro Uribe y Santiago Uribe, el señor Mancuso, Cobra, Noventa, Carlos
Castaño, mi persona, Junior y los 22 hombres que yo tenía bajo mi mando”.
El
entonces gobernador de Antioquia y ahora senador, Álvaro Uribe, siempre ha
negado esas afirmaciones. Siendo presidente incluso exhibió una carta en la que
Francisco Villalba se retractaba de esos señalamientos.
Lo
único que no pudo explicar en su momento es cómo había llegado la carta a la
sede presidencial. Por lo demás Francisco Villalba le aseguró al periodista
Arnulfo Méndez que esa no había sido escrita por él sino que otro preso (Chucho
Sarria, el viudo de ‘la Monita
Retrechera’) era quien le había hecho firmar un papel en blanco.
Poco
después quedó demostrado que Chucho Sarria y el entonces secretario jurídico de
la Presidencia, Edmundo del Castillo, tenían una amiga en común con acceso a la
cárcel.
Meses
antes de su asesinato, Villalba reiteró su declaración ante la Comisión de
Acusaciones de la Cámara de Representantes, donde duerme el sueño de los
justos.
Esta
semana, en otro proceso y basado en otro testimonio, el Tribunal Superior de
Medellín compulsó copias para que el ahora senador Álvaro Uribe sea investigado
por la presunta presencia del helicóptero de la Gobernación en la masacre de El
Aro.
Esta
vez no es un criminal quien lo afirma, sino una víctima. Se trata de la esposa
del tendero cruelmente asesinado por los hombres del grupo de Villalba.
El
senador Uribe asegura nuevamente que se trata de falsos testimonios y que el
helicóptero jamás estuvo allá. De acuerdo con su tesis, la víctima
sobreviviente y el victimario asesinado, años después, tienen en común su deseo
de calumniarlo.
Es
probable que el caso nunca se resuelva, como no se ha resuelto el del asesinato
de Francisco Villalba. - Por Daniel Coronell – Semana.com – 07 – 02 -
2015
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