9/09/2012

III Entrega: Estrategia Militar de Santos Dejarles una sola salida a las FARC: La Paz


Cordial Saludos Amigos, Simpatizantes y Militantes del Polo
Esperamos que el documento que hemos enviado como una contribución para la actual coyuntura, tenga la utilidad que el momento histórico exige, a continuación damos a conocer la tercera entrega del análisis que realizó y nos enviara el señor José María Rodriguez Gonzáles.

Existe una diferencia enorme entre el secreto militar, necesario en todas las acciones bélicas como en la actual guerra contra las FARC, y lo que el público ve en la superficie. El problemático y negativo ex presidente Álvaro Uribe conoce bien esta diferencia y explota este desconocimiento público para su beneficio político personal; y esto es lo que esta síntesis va a aclarar” José María Rodríguez González y que realizaremos en Cuatro Entregas: Ver Abajo Tercera entrega.

Carlos A. Ruiz O.
Director Polo Crítico,
Miembro Dirección Polo Antioquia  
Estrategia militar de Santos
 Continuación de la Seguridad Democrática

Cuando Juan Manuel Santos llega a la presidencia continúa fielmente con la misma estrategia de Uribe de eliminar al Secretariado de las FARC y escoge como su primer objetivo un moribundo jefe militar, alias Mono Jojoy, cuyas funciones ya habían sido delegadas en otros comandantes. Como objetivo Mono Jojoy era también producto de una visión miope y daba cuenta de la ignorancia del gobierno sobre las consecuencias militares y políticas para el conflicto armado en Colombia. Jojoy representaba un ala de fuerte tendencia militar que hasta ese momento no había obtenido el comando de las FARC, que continuaba en manos de la tendencia dominantemente política cuya prioridad era el repliegue y la clandestinidad. Santos logra asesinar al Mono Jojoy, que el Secretariado había dejado con menor seguridad y quien además decidió defenderse desde su tradicional escondite.
La muerte del Mono Jojoy no era sorpresa para el ala más beligerante de las FARC que proponía acciones militares en toda Colombia con mayor efectividad y especialización militar. Exactamente las mismas que Colombia ha visto en 2011 y 2012.
Sin percatarse todavía del cambio táctico que se estaba cocinando al interior de la dirigencia de las FARC, Santos decide llevar la política de Uribe a su máxima expresión y en lugar de solo golpear al Secretariado decide que golpear la cabeza máxima de las FARC, alias Alfonso Cano, creyendo que lograría lo que Uribe había planteado como lo más brillante de su estrategia, “cortarle la cabeza a la culebra”. Con aumento del pie de fuerza, concentrando toda la inteligencia internacional sobre Cano, rodeando el área de combate de Cano e intensificando los combates, Santos logró asesinar a Cano, pero no acabar las FARC. Alfonso Cano era ante todo un hábil dirigente político de las FARC, quien pudo llevarlas a la paz, pero su habilidad táctica no escapó la exigencia de las nuevas circunstancias y en cierta medida era una limitación para el ala militar de las FARC. Las consecuencias no se hicieron esperar. Alias Timochenko, un estratega militar y político al estilo de alias Manuel Marulanda, toma las riendas de las FARC, y en lugar de supeditar lo militar a lo político le da prioridad a ambas combinando la efectividad de cada una. Ahora todos quedan contentos en las FARC y obviamente el legado del Mono Jojoy comienza a convertirse en una realidad en el nuevo accionar de las FARC.
Si hoy las FARC realizan acciones en diferentes regiones de Colombia, emboscan militares, sabotean la producción de petróleo, toman poblaciones y hacen retenes al tiempo que se quitan de encima la carga y responsabilidad contraproducente de los secuestrados no es otra cosa que la consecuencia lógica de la inicial miope e ignorante política de Uribe sobre el conflicto armado y la que Santos creyó y siguió fiel y sinceramente.
Estar al frente de una política, como le toca ahora a Santos, es diferente a seguir una política como notoriamente lo hizo Santos durante el gobierno de Uribe. Ahora, Santos ve que si falla es su completa responsabilidad. Si fallaba en la época de Uribe era responsabilidad de Uribe, el entonces Comandante en jefe de las Fuerzas Militares de Colombia.
Como responsable del conflicto armado, Santos puede ver ahora que las prioridades estratégicas de Uribe de exterminar la población civil que potencialmente pueda apoyar a las FARC es una política criminal encubierta de Estado y de lesa humanidad que viola la Convención de Ginebra, el Derecho Internacional Humanitario y pone a Colombia en el despreciable grupo de los países bárbaros. Pero además acentúa la desigualdad en Colombia, aumenta el desplazamiento interno, incrementa el desempleo, y paralelamente aumenta el presupuesto militar en detrimento de inversiones en el futuro desarrollo de Colombia como lo son educación, investigación científica y tecnológica, inversión de capital nacional y salud. Y como si esto fuera poco le garantiza a las FARC su renovación constante a través del reclutamiento continuo, consecuencia del dolor y la consiguiente venganza armada por la muerte de familiares a manos de paramilitares, neoparamilitares y militares.
La parte de la Seguridad Democrática que tiene como objetivo matar hasta el último miembro de las FARC es fanática, irracional, impráctica y por qué no decirlo anticristiana y criminal. La pena de muerte en Colombia es ilegal y va contra los principios cristianos. Cualquier persona asesinada, así sea el peor criminal, es una repudiable ejecución que viola flagrantemente la Constitución y es un inexcusable crimen de Estado. Los colombianos tienen el derecho y el deber de ser testigos del juicio público de grandes criminales para que sirva de educación de cómo la verdad siempre triunfa así se la encubra con siete mil corazas.
Pensar que mostrando una pila de milicianos de las FARC muertos, aunque fueran falsos positivos, eran derrotas militares para las FARC es desconocer por completo lo que es una guerra irregular en la que no cuentan los números, como en las guerras regulares, sino la amenaza, la capacidad de sorpresa y sus consecuencias políticas y económicas.
Está demostrado que es imposible impedir que las FARC operen, ataquen o cometan acciones de guerra. La decisión de las FARC de parar sus operaciones, ataques y acciones de guerra, de desarmarse y de integrarse a la vida legal nacional es la única garantía del fin de la amenaza que representan, y sólo una negociación puede lograrlo.

Estrategia militar de Santos
II Dejarles una sola salida a las FARC: La Paz

Ser Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares es estar frente al curso que tome el conflicto armado. Por eso el presidente Santos cambió la antigua estrategia militar de Seguridad Democrática contra las FARC de las dos prioridades irracionales y hasta criminales de Uribe (que ahora Uribe llama Frente Antiterrorista y Puro Centro Democrático) a una estrategia con los siguientes pasos que por ser parcialmente parte del secreto militar han quedado injustamente por fuera del conocimiento público:
Los objetivos espectaculares que sirven como propaganda para la reelección, como asesinar miembros del Secretariado, se descubren ineficientes puesto que detrás de cada miembro del Secretariado existe un orden establecido de candidatos preparados para suceder de inmediato a cualquier comandante que muera. La posibilidad de descabezar a las FARC se convierte en una revitalización de su dirección y en la implementación justificada de nuevas políticas correctivas que los actuales miembros del Secretariado no habían desarrollado. Al mismo tiempo, se observa que el Secretariado no es el frente de combate directo y su enfrentamiento a las Fuerzas Militares y a la Policía tiene que ver más con logros políticos, administrativos, tácticos y estratégicos que con cualquier otra cosa. Los Frentes y los mandos a cargo de la logística, como financiamiento, provisiones, armamento, etc. tienen un papel determinante en el éxito de cualquier dirección del Secretariado. Las pérdidas en estos niveles pueden traumatizar una operación o incluso toda la eficacia de un Frente. Por lo tanto estas áreas toman ahora la importancia que merecen y que se hallaba en segundo plano en la política de Uribe por los objetivos espectaculares diseñados para su reelección y para la manipulación de la opinión pública.
La participación militar puede ser muy difícil, costosa e ineficaz cuando se trata de movilizar batallones para acorralar y enfrentar a unidades de las FARC. Movilizar batallones requiere también movilizar provisiones, armamento y tener la acusadora presencia de armamento pesado, aviones y hasta barcos. Los insurgentes ya están acostumbrados a reconocer los cercos militares y a salir de ellos.
Los experimentados generales estadounidenses como Stanley McChrystal y en especial David Petraeus, por el hecho de conocer desde el mando los efectos de diferentes diseños militares contra una insurgencia mucho mejor armada y verdaderamente temible como la sunita de Irak y los Talibanes de Afganistán, cuando asesoraron a las Fuerzas Armadas de Colombia estuvieron de acuerdo en que las unidades especializadas eran mucho más fáciles de desplazar y recoger, todo su armamento es avanzado, sus equipos completamente portátiles, y su acción es específica y altamente especializada por lo que son efectivas y de menor costo. Estas unidades antiinsurgentes han demostrado su eficacia en más del 80% de los casos. Prototipos de esto serían las fuerzas especiales Vulcano y Tarea Omega.
El abuso de las Fuerzas Militares por parte de Uribe fue tan extenuante y desmoralizador que los combatientes no podían brillar con toda su eficacia. Su composición no podía tener la agilidad, el tino y la efectividad de las pequeñas unidades antiinsurgentes. Uribe agotaba rápida e innecesariamente el presupuesto militar hundiendo a Colombia en deudas millonarias para sostener un Ejército que fácilmente era burlado por los pequeños grupos de guerrilleros que se salían de sus cercos o simplemente los llevaban a campos minados. El mal manejo de Uribe tanto del presupuesto, los recursos logísticos y el pie de fuerza del Ejército fue la causa de que muchos militares escogieran atajos como los falsos positivos para tener respiro y alguna satisfacción honorífica de parte del presidente Uribe, su comandante en jefe.
Lo peor de todo fue que, aunque esa mala administración militar de Uribe no eliminaba a las FARC y por el contrario, paradójicamente, las ayudaba a entrenarse para el escalamiento de la guerra, a mejorar su desarrollo, y a que la consolidación de su resistencia se volviera una nueva motivación y un incentivo importante para elevar la moral de los combatientes, Uribe nunca cambió ni fundamental ni estructuralmente su estrategia militar durante sus ocho años de gobierno. Mientras que en el campo enemigo se observa la rápida adaptación y táctica de repliegue que lograron las FARC desde el primer año del gobierno de Uribe al tiempo que avanzaban firmemente en su preparación para una guerra prolongada incluyendo cambios militares para su resistencia y cambios políticos para su status de beligerancia.
Santos es el primero que después de ocho años cambia, actualiza, revitaliza y pone en marcha una guerra contra las FARC dirigida a una verdadera derrota militar que no necesita matar a todos y cada uno de los guerrilleros, pero que solo les deja una única salida: la paz. Con esto toda Colombia triunfa.
El tercer componente de la indispensable nueva estrategia consiste en quitarle cualquier apoyo y logística a las FARC y simultáneamente avanzar en el progreso de Colombia a través de programas sociales, construcción de infraestructura, servicios públicos esenciales y solución a los problemas relevantes de cada comunidad. Solo de esta manera las comunidades ven en el gobierno la solución de sus problemas y a las FARC como uno de los problemas que se van resolviendo con la ayuda del gobierno.
Cabe anotar que la política de cazar y exterminar a la población civil por parte de Uribe no solo produce odio al gobierno y a quienes colaboran con el gobierno sino que además crea un odio profundo contra las Fuerzas Militares por su negligencia para defenderlos y por el poder armado que la gente ve volcarse contra ellos.
El completo desinterés de Uribe por la situación social en las zonas de guerra queda demostrado en el constante presupuesto vacío del Plan de Consolidación que debía resolver el urgente y verdadero problema de inversión social. Uribe siempre prefirió Familias en Acción porque representaba su plataforma para la reelección y sus Consejos Comunales porque eran sus herramientas de constante campaña política.
Los primeros resultados de esta nueva estrategia militar, que recoge lo mejor de la experiencia nacional e internacional en la lucha contra las FARC y contra la insurgencia en general, podrá mostrar sus resultados iniciales en menos de dos años.
Culpar a Santos de las nuevas operaciones de las FARC es un absurdo ¿Quién puede pensar que las FARC actúan de acuerdo a si tienen o no permiso del gobierno? A las FARC no les importa el presidente de turno, ellas tienen una estrategia que cumplir por encima y a pesar de cualquier presidente y gobierno. Son la estrategia del gobierno y de la guerrilla las que cuentan. Durante el largo periodo de Uribe, por más golpes que les infligiera el gobierno, las FARC secuestraban cuando querían, emboscaban y mataban policías y soldados sin que nadie se los impidiera. También atacaron pueblos, sabotearon con explosiones en el campo y en las ciudades capitales y hasta se dieron el lujo de hacer varios paros armados en Arauca sin que Uribe pudiera hacer algo o decir algo.
Con el fin de los gobiernos de Uribe los uribistas creyeron llenar ese vacio convirtiéndose en el brazo derecho de la propaganda de las FARC. Basta con que las FARC digan ¡buuu! en cualquier parte del país e inmediatamente los uribistas ponen el grito en el cielo, reproducen fotografías si las obtienen, describen con pelos y señales lo que hayan hecho las FARC, así no lo hayan hecho, y exigen inmediatamente que la prensa les de titulares de primera página a las acciones de las FARC. En la época de Uribe, éste quemaba millones de dólares adivinando dónde estaban y atacándolas para decir que él no se dejaba montar de las FARC, que él si tenía pantalones, que era un verdadero “macho”. Uribe estuvo a punto de meter al país en una deuda letal de nuevos miles de millones de dólares para internacionalizar su guerra. Se imagina uno las carcajadas de las FARC frente a tamaña desesperación y torpeza de Uribe.
La explotación reeleccionista del uribismo de la actual situación de guerra no tiene pies ni cabeza. Basta con exponer los principios, el conocimiento y la experiencia sobre los conflictos armados en Colombia y el mundo para echar por tierra las falacias con que insisten en engañar a la opinión pública y torcer el camino de Colombia hacia la paz.
La ultraderecha uribista ha logrado acumular dentro de sus filas la mayor desinformación que cualquier grupo en Colombia haya podido tragarse tan inútilmente.
Uribe no solo fue un pésimo administrador de los asuntos militares que persistió obcecadamente en una estrategia obsoleta y contraproducente. Ahora intenta volver con su embeleco de Seguridad Democrática, que fuera de ser contraproducente y cinismo sangriento, es realmente un insulto a la inteligencia y al sentido común de cualquier profesional militar que se respete.
Como comandante en Jefe de las Fuerzas Militares de Colombia Uribe tiene que responder por los falsos positivos de sus militares subalternos condenados, por los desaparecidos durante su mandato cuando tenía la obligación constitucional de velar por la vida y los bienes de los ciudadanos, por su agitación pública contra sindicalistas, periodistas y opositores que hizo que muchos de ellos perdieran sus vidas o terminaran en el exilio, por las chuzadas cometidas bajo su dirección desde su central de Inteligencia DAS y por la sangrienta limpieza social que impulsó su política desde cuando fue gobernador de Antioquia.
Muchos de estos hechos y asuntos de inteligencia militar son desconocidos para la opinión pública de Colombia debido a la negación de la existencia del conflicto armado político y por la falsa creencia de que las FARC no planean cuidadosamente sus movimientos militares, no elaboran acciones de complejos resultados políticos, no estudian tácticas y no participan de una guerra como contraparte ineludible. Uribe creyó que con llamarlas “terroristas narcotraficantes” las cualidades de combate, resistencia, planeación política y el hecho de ser destinatarios de los presupuestos más altos y de la mayor concentración de actividad militar y policial de Colombia, las FARC iban a desaparecer como por arte de magia. Eso es como creer que haciendo propaganda de que Einstein es un burro su teoría de la relatividad desaparecería y con ella el conocimiento de la energía atómica.
Era necesario que estas cosas se dijeran y que los interesados en estos temas tuvieran una información más amplia de lo que significó el descalabro de la Seguridad Democrática y el porqué de la urgencia que Estados Unidos y Colombia tuvieron para desmontarla.  

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