Cordial
Saludos Amigos, Simpatizantes y Militantes del Polo
Esperamos que el documento que hemos enviado como una contribución
para la actual coyuntura, tenga la utilidad que el momento histórico exige, a
continuación damos a conocer la tercera entrega del análisis que realizó y nos
enviara el señor José María Rodriguez Gonzáles.
Existe una diferencia enorme entre el secreto
militar, necesario en todas las acciones bélicas como en la actual guerra
contra las FARC, y lo que el público ve en la superficie. El problemático y
negativo ex presidente Álvaro Uribe conoce bien esta diferencia y explota este
desconocimiento público para su beneficio político personal; y esto es lo que esta
síntesis va a aclarar” José María Rodríguez González y que realizaremos en Cuatro
Entregas: Ver Abajo Tercera entrega.
Carlos A. Ruiz O.
Director Polo Crítico,
Miembro Dirección Polo Antioquia
Estrategia militar de Santos
Continuación de
Cuando Juan Manuel Santos llega a la presidencia continúa
fielmente con la misma estrategia de Uribe de eliminar al Secretariado de las
FARC y escoge como su primer objetivo un moribundo jefe militar, alias Mono
Jojoy, cuyas funciones ya habían sido delegadas en otros comandantes. Como
objetivo Mono Jojoy era también producto de una visión miope y daba cuenta de
la ignorancia del gobierno sobre las consecuencias militares y políticas para
el conflicto armado en Colombia. Jojoy representaba un ala de fuerte
tendencia militar que hasta ese momento no había obtenido el comando de las
FARC, que continuaba en manos de la tendencia dominantemente política cuya
prioridad era el repliegue y la clandestinidad. Santos logra asesinar al Mono
Jojoy, que el Secretariado había dejado con menor seguridad y quien además
decidió defenderse desde su tradicional escondite.
La muerte del Mono Jojoy no era sorpresa para el ala más
beligerante de las FARC que proponía acciones militares en toda Colombia con
mayor efectividad y especialización militar. Exactamente las mismas que
Colombia ha visto en 2011 y 2012.
Sin percatarse todavía del cambio táctico que se estaba
cocinando al interior de la dirigencia de las FARC, Santos decide llevar la
política de Uribe a su máxima expresión y en lugar de solo golpear al
Secretariado decide que golpear la cabeza máxima de las FARC, alias Alfonso
Cano, creyendo que lograría lo que Uribe había planteado como lo más
brillante de su estrategia, “cortarle la cabeza a la culebra”. Con aumento
del pie de fuerza, concentrando toda la inteligencia internacional sobre
Cano, rodeando el área de combate de Cano e intensificando los combates,
Santos logró asesinar a Cano, pero no acabar las FARC. Alfonso Cano era ante
todo un hábil dirigente político de las FARC, quien pudo llevarlas a la paz,
pero su habilidad táctica no escapó la exigencia de las nuevas circunstancias
y en cierta medida era una limitación para el ala militar de las FARC. Las
consecuencias no se hicieron esperar. Alias Timochenko, un estratega militar
y político al estilo de alias Manuel Marulanda, toma las riendas de las FARC,
y en lugar de supeditar lo militar a lo político le da prioridad a ambas
combinando la efectividad de cada una. Ahora todos quedan contentos en las
FARC y obviamente el legado del Mono Jojoy comienza a convertirse en una
realidad en el nuevo accionar de las FARC.
Si hoy las FARC realizan acciones en diferentes regiones
de Colombia, emboscan militares, sabotean la producción de petróleo, toman
poblaciones y hacen retenes al tiempo que se quitan de encima la carga y
responsabilidad contraproducente de los secuestrados no es otra cosa que la
consecuencia lógica de la inicial miope e ignorante política de Uribe sobre
el conflicto armado y la que Santos creyó y siguió fiel y sinceramente.
Estar al frente de una política, como le toca ahora a
Santos, es diferente a seguir una política como notoriamente lo hizo Santos
durante el gobierno de Uribe. Ahora, Santos ve que si falla es su completa
responsabilidad. Si fallaba en la época de Uribe era responsabilidad de
Uribe, el entonces Comandante en jefe de las Fuerzas Militares de Colombia.
Como responsable del conflicto armado, Santos puede ver
ahora que las prioridades estratégicas de Uribe de exterminar la población
civil que potencialmente pueda apoyar a las FARC es una política criminal
encubierta de Estado y de lesa humanidad que viola
La parte de
Pensar que mostrando una pila de milicianos de las FARC
muertos, aunque fueran falsos positivos, eran derrotas militares para las
FARC es desconocer por completo lo que es una guerra irregular en la que no
cuentan los números, como en las guerras regulares, sino la amenaza, la
capacidad de sorpresa y sus consecuencias políticas y económicas.
Está demostrado que es imposible impedir que las FARC
operen, ataquen o cometan acciones de guerra. La decisión de las FARC de
parar sus operaciones, ataques y acciones de guerra, de desarmarse y de integrarse
a la vida legal nacional es la única garantía del fin de la amenaza que
representan, y sólo una negociación puede lograrlo.
Estrategia militar de Santos
II Dejarles una sola salida a las
FARC:
Ser Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares es estar
frente al curso que tome el conflicto armado. Por eso el presidente Santos
cambió la antigua estrategia militar de Seguridad Democrática contra las FARC
de las dos prioridades irracionales y hasta criminales de Uribe (que ahora
Uribe llama Frente Antiterrorista y Puro Centro Democrático) a una estrategia
con los siguientes pasos que por ser parcialmente parte del secreto militar
han quedado injustamente por fuera del conocimiento público:
Los objetivos espectaculares que sirven como propaganda para
la reelección, como asesinar miembros del Secretariado, se descubren
ineficientes puesto que detrás de cada miembro del Secretariado existe un
orden establecido de candidatos preparados para suceder de inmediato a
cualquier comandante que muera. La posibilidad de descabezar a las FARC se
convierte en una revitalización de su dirección y en la implementación
justificada de nuevas políticas correctivas que los actuales miembros del
Secretariado no habían desarrollado. Al mismo tiempo, se observa que el Secretariado
no es el frente de combate directo y su enfrentamiento a las Fuerzas
Militares y a
La participación militar puede ser muy difícil, costosa e
ineficaz cuando se trata de movilizar batallones para acorralar y enfrentar a
unidades de las FARC. Movilizar batallones requiere también movilizar
provisiones, armamento y tener la acusadora presencia de armamento pesado,
aviones y hasta barcos. Los insurgentes ya están acostumbrados a reconocer
los cercos militares y a salir de ellos.
Los experimentados generales estadounidenses como Stanley
McChrystal y en especial David Petraeus, por el hecho de conocer desde el
mando los efectos de diferentes diseños militares contra una insurgencia
mucho mejor armada y verdaderamente temible como la sunita de Irak y los
Talibanes de Afganistán, cuando asesoraron a las Fuerzas Armadas de Colombia
estuvieron de acuerdo en que las unidades especializadas eran mucho más
fáciles de desplazar y recoger, todo su armamento es avanzado, sus equipos
completamente portátiles, y su acción es específica y altamente especializada
por lo que son efectivas y de menor costo. Estas unidades antiinsurgentes han
demostrado su eficacia en más del 80% de los casos. Prototipos de esto serían
las fuerzas especiales Vulcano y Tarea Omega.
El abuso de las Fuerzas Militares por parte de Uribe fue
tan extenuante y desmoralizador que los combatientes no podían brillar con toda
su eficacia. Su composición no podía tener la agilidad, el tino y la
efectividad de las pequeñas unidades antiinsurgentes. Uribe agotaba rápida e
innecesariamente el presupuesto militar hundiendo a Colombia en deudas
millonarias para sostener un Ejército que fácilmente era burlado por los
pequeños grupos de guerrilleros que se salían de sus cercos o simplemente los
llevaban a campos minados. El mal manejo de Uribe tanto del presupuesto, los
recursos logísticos y el pie de fuerza del Ejército fue la causa de que
muchos militares escogieran atajos como los falsos positivos para tener
respiro y alguna satisfacción honorífica de parte del presidente Uribe, su
comandante en jefe.
Lo peor de todo fue que, aunque esa mala administración
militar de Uribe no eliminaba a las FARC y por el contrario, paradójicamente,
las ayudaba a entrenarse para el escalamiento de la guerra, a mejorar su
desarrollo, y a que la consolidación de su resistencia se volviera una nueva
motivación y un incentivo importante para elevar la moral de los
combatientes, Uribe nunca cambió ni fundamental ni estructuralmente su
estrategia militar durante sus ocho años de gobierno. Mientras que en el
campo enemigo se observa la rápida adaptación y táctica de repliegue que
lograron las FARC desde el primer año del gobierno de Uribe al tiempo que
avanzaban firmemente en su preparación para una guerra prolongada incluyendo
cambios militares para su resistencia y cambios políticos para su status de
beligerancia.
Santos es el primero que después de ocho años cambia,
actualiza, revitaliza y pone en marcha una guerra contra las FARC dirigida a
una verdadera derrota militar que no necesita matar a todos y cada uno de los
guerrilleros, pero que solo les deja una única salida: la paz. Con esto toda
Colombia triunfa.
El tercer componente de la indispensable nueva estrategia
consiste en quitarle cualquier apoyo y logística a las FARC y simultáneamente
avanzar en el progreso de Colombia a través de programas sociales,
construcción de infraestructura, servicios públicos esenciales y solución a
los problemas relevantes de cada comunidad. Solo de esta manera las
comunidades ven en el gobierno la solución de sus problemas y a las FARC como
uno de los problemas que se van resolviendo con la ayuda del gobierno.
Cabe anotar que la política de cazar y exterminar a la
población civil por parte de Uribe no solo produce odio al gobierno y a
quienes colaboran con el gobierno sino que además crea un odio profundo
contra las Fuerzas Militares por su negligencia para defenderlos y por el
poder armado que la gente ve volcarse contra ellos.
El completo desinterés de Uribe por la situación social en
las zonas de guerra queda demostrado en el constante presupuesto vacío del
Plan de Consolidación que debía resolver el urgente y verdadero problema de
inversión social. Uribe siempre prefirió Familias en Acción porque
representaba su plataforma para la reelección y sus Consejos Comunales porque
eran sus herramientas de constante campaña política.
Los primeros resultados de esta nueva estrategia militar,
que recoge lo mejor de la experiencia nacional e internacional en la lucha
contra las FARC y contra la insurgencia en general, podrá mostrar sus
resultados iniciales en menos de dos años.
Culpar a Santos de las nuevas operaciones de las FARC es
un absurdo ¿Quién puede pensar que las FARC actúan de acuerdo a si tienen o
no permiso del gobierno? A las FARC no les importa el presidente de turno,
ellas tienen una estrategia que cumplir por encima y a pesar de cualquier
presidente y gobierno. Son la estrategia del gobierno y de la guerrilla las
que cuentan. Durante el largo periodo de Uribe, por más golpes que les
infligiera el gobierno, las FARC secuestraban cuando querían, emboscaban y
mataban policías y soldados sin que nadie se los impidiera. También atacaron
pueblos, sabotearon con explosiones en el campo y en las ciudades capitales y
hasta se dieron el lujo de hacer varios paros armados en Arauca sin que Uribe
pudiera hacer algo o decir algo.
Con el fin de los gobiernos de Uribe los uribistas
creyeron llenar ese vacio convirtiéndose en el brazo derecho de la propaganda
de las FARC. Basta con que las FARC digan ¡buuu! en cualquier parte del país
e inmediatamente los uribistas ponen el grito en el cielo, reproducen
fotografías si las obtienen, describen con pelos y señales lo que hayan hecho
las FARC, así no lo hayan hecho, y exigen inmediatamente que la prensa les de
titulares de primera página a las acciones de las FARC. En la época de Uribe,
éste quemaba millones de dólares adivinando dónde estaban y atacándolas para
decir que él no se dejaba montar de las FARC, que él si tenía pantalones, que
era un verdadero “macho”. Uribe estuvo a punto de meter al país en una deuda
letal de nuevos miles de millones de dólares para internacionalizar su guerra.
Se imagina uno las carcajadas de las FARC frente a tamaña desesperación y
torpeza de Uribe.
La explotación reeleccionista del uribismo de la actual
situación de guerra no tiene pies ni cabeza. Basta con exponer los
principios, el conocimiento y la experiencia sobre los conflictos armados en
Colombia y el mundo para echar por tierra las falacias con que insisten en
engañar a la opinión pública y torcer el camino de Colombia hacia la paz.
La ultraderecha uribista ha logrado acumular dentro de sus
filas la mayor desinformación que cualquier grupo en Colombia haya podido
tragarse tan inútilmente.
Uribe no solo fue un pésimo administrador de los asuntos
militares que persistió obcecadamente en una estrategia obsoleta y
contraproducente. Ahora intenta volver con su embeleco de Seguridad
Democrática, que fuera de ser contraproducente y cinismo sangriento, es
realmente un insulto a la inteligencia y al sentido común de cualquier
profesional militar que se respete.
Como comandante en Jefe de las Fuerzas Militares de
Colombia Uribe tiene que responder por los falsos positivos de sus militares
subalternos condenados, por los desaparecidos durante su mandato cuando tenía
la obligación constitucional de velar por la vida y los bienes de los
ciudadanos, por su agitación pública contra sindicalistas, periodistas y
opositores que hizo que muchos de ellos perdieran sus vidas o terminaran en
el exilio, por las chuzadas cometidas bajo su dirección desde su central de
Inteligencia DAS y por la sangrienta limpieza social que impulsó su política
desde cuando fue gobernador de Antioquia.
Muchos de estos hechos y asuntos de inteligencia militar
son desconocidos para la opinión pública de Colombia debido a la negación de
la existencia del conflicto armado político y por la falsa creencia de que
las FARC no planean cuidadosamente sus movimientos militares, no elaboran
acciones de complejos resultados políticos, no estudian tácticas y no
participan de una guerra como contraparte ineludible. Uribe creyó que con
llamarlas “terroristas narcotraficantes” las cualidades de combate,
resistencia, planeación política y el hecho de ser destinatarios de los
presupuestos más altos y de la mayor concentración de actividad militar y
policial de Colombia, las FARC iban a desaparecer como por arte de magia. Eso
es como creer que haciendo propaganda de que Einstein es un burro su teoría
de la relatividad desaparecería y con ella el conocimiento de la energía
atómica.
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