1/27/2012

Bolivar y San Martín: Gigantes que Superaron y Manejaron sus Contradicciones Históricas

Cordial Saludo,

He aqui un ejemplo histórico de como dos gigantes con propuestas diferentes, llegaron a acuerdos que permitieron, que esa lucha por la independencia fuera posible, 

Les estoy facilitando la entrevista de Bolívar y San Martín en julio 26 de 1822, lo que pasó en esa época, y las opiniones y proyectos de los dos héroes de la independencia de sudamérica

Son muchos los Amigos, Simpatizantes y Militantes del Polo que cifran sus esperanzas en la superación de la actual crisis que se presenta en nuestro partido y se comience a superar a partir de la realización de la Conferencia Ideológica que el Polo Democrático realizará el próximo 25 y 26 de febrero.

Y hay esperanzas, pues por los debates que en la actualidad se encuentran realizando los lideres locales y regionales, como en el caso del Valle, Bogotá y Medellín, igualmente todas las estructuras Sociales y Políticas del partido, realizando análisis, buscando acuerdos, construyendo propuestas, en fín, hay esperanzas.

Lo mejor que le puede pasar al país, es que en esa Conferencia se lleguen a los acuerdos fundamentales para ser una propuesta Ética, que es lo que nos distingue a los democrátas, porque estamos en la capacidad de hacer realidad, desde el Poder, de materializar los Derechos Ambientales, Económicos, Políticos, Sociales y Culturales

Fraternalmente,

Carlos A.Ruiz O.
Director Polo Crítico, Coordinador Comité de Base Ramón Emilio Arcila” y Miembro de la Dirección del Polo en Antioquia y Medellín.

BOLÍVAR Y SAN MARTÍN

LA ENTREVISTA DE BOLÍVAR Y SAN MARTÍN EN JULIO (26) DE 1822, LO QUE PASÓ EN ESA ÉPOCA, Y LAS OPINIONES Y PROYECTOS DE LOS DOS HÉROES DE LA INDEPENDENCIA DE SUDAMÉRICA. Publicación de El Colombiano de Bogotá, número 9, correspondiente al día 28 de octubre de 1861.

Estos dos ilustres personajes de la Revolución Hispano-americana vinieron combatiendo, el uno desde las bocas del Orinoco hasta las encumbradas montañas del Ecuador, y el otro desde las riveras del Plata, atravesando los Andes hasta las costas del Perú, lo que les proporcionó una entrevista, que por mucho tiempo fue misteriosa, hasta que, por vindicar la memoria de BOLÍVAR, publiqué un artículo en la CRÓNICA DE NUEVA YORK; y aunque en las memorias que escribo sobre la vida de BOLÍVAR, deberé dar cuenta de aquel suceso, quiero aprovechar la circunstancia que hoy se me proporciona en la publicación de “El Colombiano,” que se hará el 28 de los corrientes en conmemoración del creador de Colombia, para instruir a mis conciudadanos de lo que pasó en aquella época, y las opiniones y proyectos de los héroes de la Independencia de este Continente.

Después de las batallas de Bomboná y Pichincha, en Abril y Mayo de 1822, llegó el LIBERTADOR a Quito el 15 de junio, en donde se unió al General Sucre, Comandante en Jefe del Ejército republicano que libertó las provincias de Cuenca y Quito, haciendo prisionero al Capitán general del Nuevo Reino de Granada, D. Melchor Aimerich.

En una conferencia que tuvieron BOLÍVAR y Sucre, le manifestó el primero al segundo que era necesario dar un decreto convocando un Congreso que constituyera definitivamente la República, puesto que todo el sur de Colombia, el Istmo de Panamá, parte del litoral de Cartagena y una porción importante de Venezuela, no habían sido representados en los Congresos de Angostura y Cúcuta. El General Sucre se opuso a la medida, manifestando al LIBERTADOR que aquel acto, justo en su esencia, bajo el punto de vista que lo miraba el LIBERTADOR, iba a contrariar la solemne declaración que habían hecho los Representantes de la mayoría del pueblo colombiano, y bajo cuyos auspicios se habían hecho las campañas que acababan de libertar las provincias del Sur de la República: que una de ellas, la de Guayaquil, permanecía como República independiente, codiciada por los jefes republicanos del Perú, en donde había opiniones diversas sobre la suerte que debía correr aquel país. Un partido sostenía la unión colombiana de Guayaquil, otro la conexión al Perú, y el tercero quería conservar la independencia de Guayaquil, como República Anseática entre el Perú y Colombia. Al referirle Sucre al LIBERTADOR todos los incidentes que habían ocurrido en Guayaquil desde 1821, la revolución del Batallón Numancia en el Perú y su paso al ejército de San Martín, tomando la escarapela colombiana, y con ánimo de venir a combatir en su patria, cuyo hecho perjudicaba altamente a la campaña del Perú; y el reemplazo que se dio al General Sucre con una División formada de dos batallones de infantería del Norte del Perú, y el Escuadrón de Granaderos Montados del Río de La Plata, cuerpos que debían regresar, según estipulaciones ajustadas, al Ejército del mando del General San Martín; y el peligro que había de que a su paso por Guayaquil apoyaran un pronunciamiento a favor del Perú fueron razones que obraron en el ánimo de BOLÍVAR para no pensar más en el Decreto de convocatoria de un Congreso, y dejó correr el LIBERTADOR los actos públicos de adhesión que se habían celebrado en Cuenca y Quito, reconociendo al Gobierno colombiano, y dispuso que yo marchase a Guayaquil, acompañado del Mayor Arenales, de la División peruana, cerca del Gobierno de Guayaquil, para preparar transportes, no solamente para la División del Perú, sino también de otra colombiana que debía ir a órdenes de San Martín, para reforzar su Ejército, uniéndose a ella el Batallón Numancia.

Para evitar toda complicación en Guayaquil, dispuso el LIBERTADOR que la División “Santacruz” siguiese por el territorio de Cuenca y montaña del Naranjal a embarcarse en la ría del Guayaquil a algunas millas debajo de la ciudad, y que la División colombiana siguiese por Babahoyos a la ciudad de Guayaquil, para tomar los transportes en ese puerto. El LIBERTADOR debía ir a la cabeza de esta fuerza, porque quería presenciar el embarque de todas las tropas y entenderse directamente con el Gobierno de Guayaquil, para reintegrar esta parte del territorio colombiano a la República. Además de la comisión de que he hecho mención, recibí también instrucciones para examinar la opinión en Guayaquil, y preparar los ánimos para su incorporación a la República.

Con este motivo pude conocer que el General Salazar, Ministro del Perú cerca del Gobierno de Guayaquil, ayudado por el General Lamar, trabajaba decididamente para preparar la anexión de Guayaquil al Perú, luego que pudiese apoyarse este movimiento, con las tropas que debían venir de Quito, de la División “Santacruz” cuya marcha se esperaba, y con la llegada de la Escuadra peruana parea conducirla al Callao. Pude inferir de una conversación con Lamar, que el Gran protector San Martín meditaba una entrevista con el LIBERTADOR, y que con tal objeto iría a Guayaquil, y al mismo tiempo resolvió el General Lamar seguir al interior a hacer una visita a BOLÍVAR. Por una conversación que tuve con el Coronel Rojas, Ministro de Chile en Guayaquil, comprendí que aquel viaje tenía por objeto demorar el del LIBERTADOR, mientras se cumplían los deseos de los anexionistas del Perú, y llegaba el General San martín. Para llenar mi comisión hice lo que debía con respecto á la preparación de transportes, y me puse de acuerdo con las personas influyentes que debían estorbar un pronunciamiento a favor del Perú. Regresé inmediatamente a verme con el LIBERTADOR, á quien encontré en Riobamba-viejo, y le dí cuenta de mi comisión: siguió inmediatamente para Agualanda, en dirección á Guayaquil, á donde llegamos el 11 de Julio; y el 12 los cabezas de familia de la ciudad de Guayaquil elevaron una representación al LIBERTADOR, sobre la incorporación de Guayaquil a Colombia, y el mismo día el LIBERTADOR ofreció a los guayaquileños, á nombre de Colombia, un arca de salvación, justicia, orden, paz y gloria.

El 25 del mismo mes llegó a Guayaquil el Gran Protector, á bordo de la goleta “Macedonia,” y fue cumplimentado por cuatro Edecanes del General BOLÍVAR, que fueron á bordo del expresado buque á ofrecerle un alojamiento en la ciudad, que aceptó, ofreciendo desembarcar al día siguiente. El LIBERTADOR fue en persona a recibirle en la bahía, y el 26 vinieron juntos a la casa que le estaba preparada, y en el muelle fue recibido con grande aplauso y los honores militares que le correspondían como á Jefe supremo de la República peruana. En la noche del 26, después de la comida, se reunieron en una pieza separada el LIBERTADOR y el Gran Protector para tratar sobre los negocios de que estaban ocupados, y asistimos a esta conferencia, el Coronel Pérez, Secretario General del LIBERTADOR, y yo como Secretario privado, para redactar un memorando sobre los puntos en que se pusieran de acuerdo para llevar á efecto la obra de que estaban encargados, la independencia de la América del Sur. El Protector manifestó al LIBERTADOR que sentiría muchísimo que su presencia pudiera causar algún conflicto en el país, con motivo de la crisis que atravesaba á consecuencia de la diversidad de opiniones para resolver definitivamente la suerte de Guayaquil, cuyo Gobierno se creía sin libertad para obrar. El General BOLÍVAR le manifestó con mucha urbanidad y decisión los derechos que tenía Colombia para poseer ese territorio, y que, no obstante ello, él había dejado al pueblo del Estado la libertad necesaria para constituirse, y que dentro de pocos días el asunto quedaría resuelto por el voto de los Representantes, llamados con este objeto para estatuir lo conveniente. El General San Martín se manifestó satisfecho, y preguntó al LIBERTADOR, cuál sería el General que iba á mandar la División auxiliar: el General BOLÍVAR le respondió que había destinado al General Juan Paz del Castillo, por la circunstancia de haber servido á sus órdenes, y que tenía por el Gran Protector una decidida estimación. El General San Martín quedó complacido de esta designación, e hizo recuerdos agradables del expresado General, y se tomaron notas de los elementos de guerra que debían destinarse a la División.

Después de varias observaciones sobre el objeto de la campaña, San Martín manifestó a BOLÍVAR que en su concepto no podía fundarse sólidamente la independencia de estas Repúblicas, bajo la forma de gobierno adoptada. Le hizo una relación sucinta de los pasos que había dado con el General Laserna para establecer en el Perú un Gobierno monárquico y constitucional, á cuyo efecto había enviado á Europa, de Plenipotenciario, al Sr. don Juan García del Río, Ministro de Estado, y al General Paroissien. BOLÍVAR se sorprendió de la idea, y no tuvo embarazo en impugnarla, exponiéndole lo mucho que habían trabajado los colombianos para aclimatar instituciones democráticas, inculcando en el pueblo ideas de propia dignidad en el hombre, y extirpando el sentimiento de abyección que era natural en los súbditos coloniales. Le hizo ver, con rasgos de una vivacidad elocuente, el espíritu que animaba á granadinos y venezolanos, y que no se convendría jamás en reconocer en Colombia como Jefe de la nación á un monarca. Y le dijo: “Cree U. que sin ese sentimiento republicano los soldados de Numancia, todos colombianos, se hubieran resuelto á seguir el impulso de unos pocos oficiales prisioneros de Cundinamarca y el Cauca, que estaban condenados á servir como individuos de tropa, y que obligaran á los Jefes y Oficiales de Numancia á pasarse á su campamento ? ¿ No le hizo á U. impresión que esos hombres, al llegar á su cuartel general, le declararan que iban como auxiliares de Colombia, á cuya patria pertenecían ?

Advierta U., General, le agregó, que esa distinguida oficialidad de Numancia, con pocas excepciones, es venezolana, y la mayor parte de familias distinguidas que, sosteniendo la causa del Rey, destinaron á los jóvenes de que hablo á la carrera militar; y no obstante la educación que recibieron, y haberse formado en la campaña, combatiendo contra nosotros, ha llegado á ellos el espíritu republicano, y podemos contar con su lealtad y patriotismo.” En seguida, y después de haber hecho una relación de los nombres de tantos colombianos ilustres que no transigirían con la idea monárquica, le agregó:

“Qué diría el mundo de mí, que he proclamado la libertad de los esclavos; que la he dado á los que heredé; y que dije al Congreso de Cúcuta que la recompensa que podían merecer mis servicios, era la ley de manumisión a favor de seres desgraciados, nuestros hermanos y compatriotas ?”

Y continuó: “Jamás, General, contribuiré a trasladar al Nuevo Mundo los retoños de las viejas dinastías de Europa. Si tal cosa pretendiéramos, Colombia en masa me diría que me había hecho indigno del nombre de LIBERTADOR con que me han honrado mis compatriotas.”

El general San martín escuchaba al LIBERTADOR con un aire respetuoso y circunspecto, y de vez en cuando volvía la vista hacia nosotros, el Coronel Pérez y yo, como que quería estudiar nuestro pensamiento. Cuando hubo concluido su discurso el General BOLÍVAR, le contestó, poco más o menos, en los siguientes términos:

“Bien se conoce, General, que las crueldades de Morillo y otros jefes españoles, en Colombia, han exaltado el espíritu republicano y creado una opinión que no será fácil variar, si hombres como U., Sucre y Santander, no le dan la dirección que exigen las verdaderas necesidades de estos Reinos.

Considere U., General,
§        la poca civilización de las colonias españolas,
§        la heterogeneidad de sus razas,
§        el modo cómo está dividida la propiedad,
§        la unidad de religión,
§        la aristocracia del clero,
§        la ignorancia de la generalidad de los curas,
§       el espíritu militar de las masas, que es consecuencia de estas guerras civiles prolongadas.

Todos estos elementos presagian una anarquía desconsoladora cuando hayamos concluido la guerra de la Independencia y acaso entonces tendremos que arrepentirnos de haber querido fundar repúblicas democráticas en estos países.

Si exceptúa U., a Caracas, Bogotá y Buenos Aires en donde el estudio y los talentos han formado algunos hombres, en el resto de América, incluyendo las capitales de Méjico y el Perú, no encontrará U. elemento republicano; y en mi concepto es más fácil establecer monarquías, como en el Brasil.

Cuando yo dejé la España, alucinado por los escritos de Buenos Aires y de Colombia, creí encontrar en todo este hemisferio pueblos dispuestos á establecer la república, y con el más vivo patriotismo vine á trabajar por ella: pero confieso a U. que no tengo esperanza de ver realizada una república en estos países; pero también confieso que si U. se opone a apoyar el plan que me he propuesto, no será asequible, y ofrezco entregar a U. la dirección de la guerra del Perú, y que a U. le toque la honra de afianzar la independencia, puesto que Colombia ha iniciado, bajo la dirección de U., la alianza y confederación de las nuevas Repúblicas de la América española.”

El LIBERTADOR le contestó rebatiendo estos argumentos, manifestándole que la proclamación que se había hecho de los principios republicanos en el Nuevo Mundo no era un hecho aislado; que era la consecuencia de una gran revolución de ideas que se había apoderado del mundo, de civilización cristiana, cuyo primer fruto era la República de los Estados Unidos, cuya fundación había producido grandes resultados en Europa, haciendo brotar la revolución francesa que había conmovido al mundo entero: le habló de las instituciones de Inglaterra, como una lumbrera de la civilización y de donde habían salido las instituciones de la República modelo, y que era más fácil aclimatarlas en el suelo virgen de América, que traer a ella simulacros de monarquía, en donde no había el elemento aristocrático sino en caricatura; y le decía:

“¿ Qué son a los ojos de U. esos Condes y Marqueses de Lima, y los de Méjico, cuyas grandes fortunas reunidas no pueden ser suficientes para establecer la aristocracia de una Corte ?

No hablaré a U. de los títulos de Castilla en Venezuela, Nuevo Reino de Granada, Chile, Guatemala y Buenos Aires, porque son tan pobres que no pueden darle una comida a un Príncipe; y baste saber que para ir a sus Estados, si así pueden llamarse sus haciendas, tienen que cabalgar una mula o un caballo mal doctrinados, armados de polainas o zamarros, con un poncho, ruana o manta, y un sombrero de paja con una funda de hule, a guisa de mayordomo de sus mismas propiedades.

No hay, pues, mi querido General, elementos de monarquía en estas tierras de Dios. Deje U. que se forme la república, y ella producirá dignidad en el hombre, se crearán necesidades y hábitos de trabajo para obtener el bienestar social: este producirá riqueza territorial que traerá la industria comercial, y con ella la inmigración de la Europa, en donde falta tierra para los proletarios, y la encontrarán entre nosotros. Querer detener al género humano no es posible, y si U. consiguiera plantear monarquías en el Nuevo Mundo, su duración sería efímera, caerían los Reyes por sublevación de sus guardias de honor, para establecer la república, porque una vez difundida la idea, como ha sucedido entre nosotros, ella no se extingue. Yo convengo con U. que puede sobrevenir una nueva revolución después de conquistar la independencia, si no hay buen sentido para la elección de magistrados. Grave y trascendental es la cuestión que hemos tocado, pero de difícil resolución cambiar el principio adoptado, después de doce años de una lucha gloriosa, llena de ejemplos de abnegación y de patriotismo.”

Y concluyó diciéndole: que no podía aceptar la dirección de la guerra en el Perú, porque necesitaba el permiso del Congreso de Colombia, que no tenía; y, para finalizar, le manifestó que el placer que había tenido de verle se le acibaraba, porque había recibido una carta de Lima, del Teniente Coronel Juan María Gómez, Secretario de la Legación de Colombia, en que le anunciaba una revolución que estallaría en Lima contra el Protector, por los mismos Jefes del Ejército que él mandaba, y que no estaban de acuerdo con sus principios políticos, prueba irrefragable de lo que acababa de decirle.

El General San Martín leyó la carta que le dio el LIBERTADOR, tomó nota de ella, y le dijo: “Si esto tiene lugar, he concluido mi vida pública, dejaré el suelo de mi patria, me marcharé a Europa a pasar el resto de mi vida en el retiro, y ojalá que antes de cerrar los ojos pueda yo celebrar el triunfo de los principios republicanos que U. defiende. El tiempo y los acontecimientos dirán cuál de los dos ha visto con más exactitud el futuro.”

El LIBERTADOR le repitió: “Ni nosotros, ni la generación que nos suceda verá el brillo de la república que estamos fundando: yo considero a la América en crisálida; habrá una metamorfosis en la existencia física de sus habitantes; al fin habrá una nueva casta de todas las razas, que producirá la homogeneidad del pueblo. No detengamos la marcha del género humano con instituciones que son exóticas, como he dicho a U., en la tierra virgen de América.”

El LIBERTADOR y San Martín nos recomendaron la reserva de esa conferencia, al Coronel Pérez y a mí, porque creían que no era conveniente su publicidad en aquella época, mientras pudiera dar materia para extraviar la opinión durante las operaciones de la guerra de la Independencia, apareciendo como antagonistas en materia tan cardinal, BOLÍVAR y San Martín.

En mis Memorias sobre la vida del primero, podrá ser más extenso sobre el particular, porque no tengo aquí algunos apuntamientos para ayudar a mi memoria, y lo que dejo referido será, por ahora, bastante para dejar conocer los objetos de la entrevista de BOLÍVAR y San Martín, y los hechos que precedieron a ella. Solamente yo vivo de los que pueden referir lo que pasó; y si BOLÍVAR, San Martín o Pérez han dejado algo sobre el particular, no lo se; pero sí puedo asegurar que en 1829 en el mismo Guayaquil, hablaba con el LIBERTADOR sobre esta entrevista, cuando iguales ideas se promovían sobre la misma materia en esta ciudad, y encontré al LIBERTADOR entonces poseído de las mismas ideas, de ser incompatible la monarquía con las necesidades de Colombia y del Perú; y si la Providencia me conserva la vida, hará publicaciones muy importantes, para que la generación que nos reemplaza a los hombres de la Independencia, oyendo a los contemporáneos, juzgue de los hechos y opiniones de los hombres eminentes, que como BOLÍVAR y San Martín, vivirán siempre para la historia.

Bogotá, 26 de octubre de 1861
T. C. de Mosquera.


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