Intervención en el Congreso “Marxism 2009”
David Harvey |
La
crisis es, a mi juicio, una racionalización irracional de un sistema
irracional. La irracionalidad del sistema queda perfectamente clara hoy: masas
de capital y trabajo inutilizadas, de costa a costa, en el centro de un mundo
pleno de necesidades insatisfechas. ¿Acaso esto no es una estupidez? La
racionalización que el capital desea tiene por objeto restablecer las
condiciones de extracción de plusvalía, restaurar los beneficios. El medio
irracional de lograr este objetivo consiste en suprimir trabajo y capital,
condenando inevitablemente al fracaso la racionalización buscada. He aquí lo
que entiendo por racionalización irracional de un sistema irracional.
Sin
embargo, el socialista que soy considera que existe otro medio de racionalizar
el sistema. La cuestión fundamental, a mi modo de ver, consiste en determinar
las condiciones que permitan al capital y al trabajo, reunidos, ir
efectivamente al encuentro de las necesidades de la humanidad. Es la
racionalización a la cual deberíamos tender todos de ahora en adelante. En
efecto, hoy día la crisis abre la oportunidad de pensar la transición hacia el
socialismo, hacia el comunismo.
Ahora
bien, buscar respuestas en el sistema en el cual vivimos implica reafirmar
nuestro entusiasmo revolucionario. Entiendo que para ello es necesario volver
de nuevo a los orígenes de este entusiasmo. Aunque aprecié mucho el impulso
revolucionario que reinaba ayer aquí por la noche, con Alex Callinicos o Slavoj
Žižek, me pareció no obstante que éste no estaba libre de peligros. En nuestra
época, el adjetivo revolucionario se ha vaciado de sentido. Todo es
revolucionario, incluidos los cosméticos, y no estoy seguro de querer llegar a
ser un experto del último pulverizador capilar revolucionario; ¿Acaso Margaret
Thatcher no se definía ella misma como revolucionaria?
Pensar para actuar
¿A
qué debería parecerse el movimiento revolucionario que deseamos? Para responder
a esta cuestión debemos forjar una teoría del cambio social que nos ayude a
determinar los medios por los cuales un movimiento revolucionario pueda
conducirnos hacia una sociedad radicalmente diferente. Con ese fin, me interesé
cada vez más de cerca con lo que es, a mi juicio, la teoría del cambio social
desarrollada por Marx en El capital. Y voy a utilizarla para que reflexionemos
sobre esta teoría como un medio para actuar.
El
pasaje sobre el cual me detengo siempre es una nota a pie de página (la nota 4)
del capítulo 15 del libro I, titulado “Mecanización y gran industria”. Marx
desarrolla la idea de que la tecnología, la relación con la naturaleza, las
relaciones sociales y las representaciones mentales se imbrican en una suerte
de configuración dialéctica. Conecta igualmente esta idea con su lectura de
Darwin, lo que me parece casi corresponder con una tentativa evolucionista para
establecer una teoría del cambio social. Marx plantea la cuestión en estos
términos: analicemos estos distintos elementos poniéndolos en relación con
nuestra concepción del futuro; es decir, partamos de donde estamos ahora y
reflexionemos sobre los medios para llegar a otras configuraciones.
La relación con la naturaleza: primer momento del cambio
social
El
primer concepto sobre el cual Marx se detiene es el de la relación con la
naturaleza. ¿En qué consiste nuestra relación con la naturaleza? ¿Cómo la
comprendemos? ¿Por qué medios queremos modificarla en el futuro y cómo pensamos
la relación dialéctica entre la actividad humana y la transformación de la
naturaleza? Colocar la relación con la naturaleza en estos términos vuelve
obsoleta la idea de que la naturaleza podría ser determinada por la actividad
humana. Al contrario, aparece más bien como un componente del cambio social. En
otras palabras, colocar la relación con la naturaleza así implica que la
transformación humana y la transformación del orden de la naturaleza son
interdependientes, evolucionan juntas. Esta dialéctica es crucial en la
historia humana. Y cuando Marx la aborda, lo hace de manera extensa, abarcativa
y compleja.
He
aquí, en cualquier caso, un momento de la transformación histórica sobre la
cual Marx nos invita a que reflexionemos: ¿Qué tipos de relación con la
naturaleza apuntan a una sociedad socialista? ¿Y cómo vamos a conseguir, a
partir de la situación actual, establecer nuevas formas de relación con la
naturaleza en la sociedad socialista futura?
El momento tecnológico
Marx
introduce otro elemento: el tecnológico. Para él, la tecnología no se reduce a
las máquinas sino que se refiere también a la concepción, a las formas sociales
y a la organización del trabajo, así como a la formación y los conocimientos
necesarios. Este momento nos reenvía a una extensa esfera de actividades. ¿Qué
tipos de combinaciones tecnológicas deseamos y cómo pueden ser establecidas? He
aquí las cuestiones a las cuales debemos responder. A ellas se añade el
problema planteado por Marx en el capítulo 15, consagrado a la gran industria:
¿Cómo el capitalismo definió una tecnología que le es propia y que corresponde
perfectamente con sus necesidades específicas y a sus medios de producción?
Después de todo, el capitalismo tiene su origen en tecnologías feudales, en
formas de organización social feudales. Y es solamente cuando desarrolla su
propia tecnología que de verdad se afirmó como capitalismo. La evolución de la
tecnología se conecta entonces con la aparición de un nuevo modo de producción
que rompe con el feudalismo.
Se
trata, entonces, de colocar un haz de cuestiones verdaderamente cardinales para
nosotros: ¿Qué tipos de tecnologías podemos imaginar para la sociedad
socialista? ¿Cómo establecerlas, al mismo tiempo que hoy sólo nos parece
posible utilizar las formas
tecnológicas
que conocemos? ¿Cómo podremos pasar de tecnologías capitalistas a otras
completamente diferentes? En otras palabras, se trata de plantearse exactamente
las mismas cuestiones que en el capitalismo se plantearon para pasar de las
tecnologías feudales a sus propias tecnologías.
Esta
cuestión no es, obviamente, independiente de la relación con la naturaleza.
Porque la relación con la naturaleza es definida por parámetros tecnológicos,
al menos tanto como las tecnologías son determinadas por problemas vinculados a
la naturaleza. En la actualidad, las “tecnologías verdes” se consideran como un
medio para responder a las dificultades que plantea la relación con la
naturaleza. Existe entonces una estrecha relación entre la evolución
tecnológica y la evolución de nuestra relación con la naturaleza. Es decir,
estas evoluciones están dialécticamente relacionadas una con la otra, aunque
son independientes entre sí. Así como lo que hacemos tiene consecuencias
directas sobre la naturaleza, esta cambia por sí misma también y debemos
adaptarnos a ello. No es una casualidad si, por ejemplo, se asociaron algunas
gripes aparecidas recientemente con las grandes densidades de la industria
agroalimentaria. Surgida en México, la gripe porcina procede en realidad del
desplazamiento de las grandes concentraciones de cerdos de Carolina del Norte
hacia este país. En el Delta del Rivière de las Perlas (Sur de China), la gran
concentración de aves (incluidos pollos enfermos) implicó la aparición de la
gripe aviaria.
El
mecanismo tecnológico y la relación con la naturaleza son, por tanto, dos
momentos del proceso de transformación en los cuales debemos pensar.
Las relaciones sociales
El
tercer elemento sobre el cual Marx se detiene se refiere a las relaciones
sociales. ¿De qué tipos de relaciones sociales estamos hablando en el presente
y en qué tipo de relaciones sociales queremos trabajar? Queda claro que esta
cuestión no es independiente de los mecanismos tecnológicos, que tiene que ver
con la relación con la naturaleza. En efecto, estas relaciones constituyen una
esfera verdaderamente compleja, dentro de la cual los conflictos son numerosos,
tanto en lo que concierne al tipo de relaciones sociales que contemplamos -en
términos de clases sociales, de género, de “razas”- como a los medios de los
que disponemos para asumir el conjunto de estas cuestiones.
De
este modo, las tecnologías limitan las posibilidades de algunos tipos de
relaciones sociales. Por ejemplo, yo defiendo la idea de una división
horizontal de las tareas sociales en el marco de algunas actividades comunes. Y
con todo, tendría temor de ver a un anarquista a la cabeza de una central
nuclear. Y francamente, la existencia misma de las centrales nucleares -y que
se piense que ellas existan para un determinado tiempo- implica tomas de
decisiones rápidas, con el riesgo de que una u otra explote.
Entonces,
en cierto sentido, las tecnologías de las que disponemos no están desvinculadas
de una determinada manera de concebir las relaciones sociales; del mismo modo,
las posibilidades de ver las relaciones sociales no están desvinculadas de las
tecnologías disponibles. Algunos piensan que es maravilloso poder beneficiarse
de las tecnologías solares y de las energías eólicas. Sin embargo, el
desarrollo de estas tecnologías depende de metales que poseen las cualidades
magnéticas necesarias para su funcionamiento. Ahora bien, un 95% del comercio
de estos metales raros procede hoy de China. Así pues, tal solución suscita
otras dificultades, vinculadas, en particular, con la posición dominante de
China en el comercio de los metales raros.
Organización de la producción, representación mental del
mundo, de la vida diaria y del “vivir juntos”
El
cuarto elemento sobre el cual Marx se detiene es, por supuesto, la organización
de la producción. La producción puede organizarse de numerosas maneras
diferentes. Debemos reflexionar sobre el proceso de producción y sus métodos de
funcionamiento. La organización de la producción no está, nuevamente, separada
de las relaciones sociales, de los medios tecnológicos y de la relación con la
naturaleza.
Marx
introduce una dimensión más que, en mi opinión, es en verdad muy importante: la
representación mental del mundo. Ésta debe cambiar: debemos modificar nuestra
manera de vernos en el mundo en términos de relaciones sociales, de medios
tecnológicos, de relaciones con la naturaleza, en resumen: en relación con
todas las cuestiones mencionadas anteriormente. De nuevo, esta transformación
no es independiente de todos los demás aspectos. A eso se añade nuestra
concepción de la vida diaria (el trabajo, los niños, etc.). ¿De qué se trata, en
definitiva, hoy? ¿Y cómo lo vemos en la sociedad que debe construirse?
En
fin, el último aspecto sobre el cual Marx hace hincapié remite a la noción de
“vivir juntos”, es decir, todos los elementos de carácter institucional y
administrativo que cimientan a la sociedad y gracias a los cuales los hombres y
las mujeres pueden coexistir.
La revolución permanente del capitalismo
Tenemos
así siete aspectos que participan en la transformación de todo orden social.
Estos siete momentos evolucionan juntos en cada una de las fases de transición
del orden social existente. Así pues, cuando Marx reconstruye el paso del
feudalismo al capitalismo en El capital, destaca el hecho de que todos estos
elementos debieron cambiar los unos en relación con los otros. En efecto, eso
parece bastante claro, y es absolutamente falso sostener que Marx se haya
imaginado que sólo uno de estos aspectos pudiera haber sido el determinante: el
cambio tuvo implicaciones sobre cada uno de estos elementos. La transformación
social es entonces un proceso que evoluciona de manera interdependiente; en eso
se parece al sistema ecológico. La transición del feudalismo al capitalismo
implicó de hecho una transformación de la representación mental del mundo, del
proceso de producción, de la tecnología, y de la relación con la naturaleza.
Sin
embargo, a partir del momento en que el capitalismo se afirmó, no quedó
satisfecho con la manera en que estos siete momentos se articulaban. En efecto,
optó por una revolución perpetua. Piensen un poco en estos siete aspectos y
traten de recordar cómo eran visualizados en 1970. ¿Cuál era entonces la
representación mental dominante del mundo? ¿Y cuál es la de hoy? El capitalismo
se presenta así como una reconfiguración radical permanente de todos estos
momentos.
Las
crisis configuran de nuevo al conjunto de estos elementos. En la actualidad,
precisamente, atravesamos una crisis y debemos pensar en todas las
posibilidades que se abren en este momento particular para configurar de nuevo
el conjunto de estos aspectos, con el fin de reorientar la sociedad no en el
sentido hasta ahora dominante -hacia las ganancias capitalistas- sino en una dirección
radicalmente diferente, para responder a las necesidades de la humanidad.
Las posibilidades abiertas por la crisis
De
ellas deberíamos ocuparnos en este momento. Lo que es de verdad maravilloso en
el hecho de ver las cosas así es que el movimiento social puede tomar apoyo
sobre no importa cuál de estos aspectos. Sin olvidar, sin embargo, que lo
importante es no detenerse en uno u otro. En otras palabras, es necesario crear
un movimiento revolucionario móvil que atraviese todas estas interrelaciones dialécticas.
El capitalismo no sabe qué tipo de reconfiguración va a establecerse. Estamos
hoy en un momento donde debemos estar en condiciones de dar sentido a todas
estas posibilidades. Pero para ello, necesitamos recursos, imaginación,
creatividad científica; tenemos necesidad de la ayuda de mucha gente. Debemos
movilizar al conjunto de estas fuerzas. Por tanto, en este momento de crisis,
uno de los problemas principales al cual debemos hacer frente es que todos
estos recursos potenciales están, en cierta medida, aprisionados
ideológicamente bajo el yugo de las estructuras institucionales, y por ello
debemos liberarlos.
Yo
trabajo en el sistema universitario; una de las más importantes tareas que
tenemos que encarar hoy es liberar a la universidad de las limitaciones
corporativistas neoliberales y movilizar a todas las personas que se preguntan
lo que está en curso, con el fin de animarles a reflexionar. Imagínense que
pueda hacerse… Pero debemos hacer más todavía. La universidad no se cuestiona
sola; es necesario movilizar a otras instituciones, hacer el llamado; he aquí
lo que en verdad debe hacerse.
Una visión radicalmente otra del mundo
Con
el fin de movilizar al conjunto de estos recursos es necesario avanzar una
visión del mundo radicalmente diferente, y proponer soluciones alternativas a
aquellas sobre las cuales numerosas personas tienden. Debemos, por otro lado,
extender esta nueva visión del mundo en el sentido más amplio posible. En otras
palabras, si existe una transición entre el capitalismo y el socialismo, ella
deberá ser tan larga y compleja como la que señaló el paso del feudalismo al
capitalismo. Considerar así la fase de transición implica que es necesario ir
más allá de las barricadas y la toma de poder. Ciertamente debemos tomar apoyo
sobre estructuras existentes, sobre el Estado, pero debemos reconfigurar
radicalmente al Estado. En mi opinión, no tiene ningún sentido llamar a la
destrucción del Estado, porque la cuestión del tipo de institución que debe
sustituir al Estado va a plantearse inevitablemente. Alguna cosa similar al
Estado deberá organizar al Estado y eso implicará una reconfiguración de toda
la estructura institucional.
Aquí
está, a mi juicio, el conjunto de tareas que debemos atender. Ahora bien, nos
enfrentamos a una crisis mayor en nuestras propias filas, vinculada a nuestra
falta de imaginación en cuanto a lo que debe y puede hacerse reuniendo y
movilizando todos los recursos disponibles. Debemos tener una visión más amplia
que aquélla que expresa generalmente la izquierda.
La ciudad como bien común
Uno
de los grupos con los cuales trabajo en Nueva York se llama “Derecho a la
ciudad”. Se trata de una asociación que reúne aproximadamente a quince
organizaciones que defienden distintos intereses (los sin refugios, las
víctimas de la criminalización, los homosexuales, etc.). Estas organizaciones
se reunieron con el fin de defender el derecho a la ciudad, a recuperar la
ciudad como bien común. Se trata, a mi juicio, de un muy importante movimiento
político que busca proyectarse nacionalmente; pretende extenderse en Nueva
York, Miami, Washington, Los Ángeles y otras ciudades más. Aunque no sé cómo
situarlo en las distintas concepciones de las clases sociales puestas en
cuestión esta noche, lo considero como un movimiento de clase.
Muchas
esferas, cuestiones, temas, deben ser abordadas: aquellas que afectan a la
gente y son verdaderamente indignantes. Por ejemplo, en enero de 2008, dos
millones de personas habían perdido sus casas en los Estados Unidos. Durante el
mismo mes, Wall Street se asignaba una prima de 32.000 millones de dólares
(sólo 2% menor que el año anterior), ¡una prima por haber llevado a la ruina el
sistema financiero mundial! Encuentro eso en verdad indignante. Pero lo es más
aún el que aquéllos que perdieron su casa fueron considerados responsables del
desastre. Eso no deja ninguna duda en cuanto a la incapacidad de comprender la
naturaleza sistémica de la crisis.
El papel de la izquierda hoy
Tenemos
un papel muy importante que jugar para esclarecer a la gente. Las visiones del
mundo con las cuales se acercan a estas cuestiones son absolutamente erróneas.
Es una de las razones por las cuales me interesé en la teoría del cambio social
en Marx. Es necesario poder llevar la batalla sobre todos los frentes y
combatir la ideología dominante. Internet puede ser un buen medio, pero la red
puede ser utilizada también para otros fines, al igual que en su tiempo lo fue
el teléfono: puede ser a la vez un instrumento para lograr objetivos
revolucionarios así como un medio para defender opciones
contrarrevolucionarias.
Cuando
desarrollo la idea de la transición del feudalismo al capitalismo no quiero
decir que hoy se trata exactamente de la misma cosa. Lo que este ejemplo
muestra es que es necesario pensar en el conjunto de los elementos que implica
el cambio social; la presión de la clase obrera por sí sola no basta. Francis
Bacon [filósofo inglés del siglo XVII que dio un marco teórico a las ciencias
modernas, NdT] modificó profundamente la concepción de la naturaleza y también
transformó radicalmente la manera en que el sistema de producción podía
comprenderse. Esta transformación radical permitió después reorganizar la
producción. En resumen, eso que se consideraba como un arte en el siglo XVI se
volvería una ciencia y una tecnología en el siglo XIX.
En
otros términos, estos cambios se llevan a cabo constantemente. La burguesía
hace cosas que abren actualmente posibilidades; para nosotros se trata de
asirlas, reconocerlas y analizarlas. Mucho trabajo nos espera. Es necesario
intentar considerar lo que se hace aquí, en Egipto o en América Latina. Los
movimientos sociales que se dicen hoy anticapitalistas son innumerables. Ahora
bien, se trata de saber cómo unirlos proponiendo una visión del mundo que esté
realmente en condiciones de impugnar al capitalismo mundial. Y eso debe hacerse
a través de alianzas y también a través de la comprensión de cada uno de los
siete aspectos desarrollados aquí. Se trata de observar también cómo se
articulan los unos con los otros, en función de los distintos contextos en los
cuales se llevan a cabo (la situación no es la misma, por ejemplo, en Sudáfrica
o Zimbabue). Debemos imaginar una manera dialéctica de articular al conjunto de
estos elementos.
Leer a Marx hoy para cambiar el mundo
Mi
análisis teórico desafía algunos de las interpretaciones clásicas de Marx. El
argumento según el cual la superestructura sería modelada por la
infraestructura no me convence, ya que no pienso que las ideas vengan
determinadas por la base material. Todo es dialéctico y, al leer Marx, se no se
puede ver nada de otro modo. Si hubiera pensado que todo venía determinado por
las circunstancias materiales, no habría escrito El capital. Redactó este libro
precisamente porque no creía en eso. Por otro lado, escribir El capital no basta,
porque no basta con trastornar nuestra representación del mundo para cambiarlo:
todos los demás momentos deben transformarse también; si no cambian, estaremos
condenados.
A
veces es posible tomar apoyo sobre la transformación de las relaciones sociales,
pero si los otros aspectos no cambian también apenas se puede ir muy lejos en
la transformación del universo social. Es necesario siempre tener en el
espíritu al conjunto de elementos que lo condicionan y el conocimiento de cómo
se articulan los unos con los otros. Esta es la razón por la que la
construcción de un movimiento para el socialismo requiere una gran capacidad de
imaginación. Sin eso, seguiremos haciendo principalmente aquello de los que
muchas personas hablaron aquí: defender esto y defender aquello. Esto es
ciertamente una etapa necesaria para constituir la base de todo movimiento,
pero si afirmamos que “es el momento de pasar al ataque”, ello implica otra
cosa.
Esta
es la razón por la que el período de crisis que cruzamos es extremadamente
importante; es un momento de debilidad de los poderes dominantes, y en tales
momentos hay más posibilidad de pasar al ataque. Por eso debemos reflexionar
sobre algunos verdaderos planes de ataque que nos permitan invertir la dinámica
de este momento de transformación radical. Porque debemos emerger, de una
manera o de otra, y nuestra tarea consiste en garantizar que podamos hacerlo de
la mejor manera posible y no dejar que el sistema decida por nosotros, con el
riesgo de que se sobreviva a sí mismo. Si no, nos encontraremos muy pronto en
un marasmo peor; porque, francamente, no creo que este sistema sea posible a
largo plazo. No me propongo defender aquí una visión apocalíptica, pero
sinceramente no veo cómo el 3,5% o incluso 3% de crecimiento serán indefinidamente
posibles. Ahora bien: tal es la condición precisamente necesaria para el
restablecimiento del capitalismo. Pero al proseguir sobre este camino, iremos
simplemente de una crisis a otra. Es necesario hacer algo ahora o, por lo
menos, prepararnos para la próxima vez.
Intervención
en el Congreso “Marxism 2009”, organizado por el SWP (Partido Socialista de los
Trabajadores) británico en Londres, del 2 al 6 de julio. David Harvey participó
en el taller consagrado a la crisis económica junto a Chris Harmann. En su
intervención se desarrolla principalmente una idea que parece paradójica hoy
con relación al repliegue del movimiento social. Para él la crisis, lejos de
cerrar los horizontes socialistas, abre nuevas perspectivas. Es la hora, según
él, para las fuerzas de izquierda, de volver a salir al ataque, armadas de una
teoría del cambio social que se inspira en Marx. (Nota de los editores
franceses)
Transcripción,
traducción al francés, título y encabezamientos de Stéfanie Prezioso para
solidaritéS, n°159, 4 de diciembre de 2009, según el video disponible en
youtube: “The Crisis today: Marxism 2009, Bloombsburry, July 5 2009”. Versión
en castellano tomado de Viento Sur sección web, traducción de Andrés Lund
Medina. Revisión del texto de los editores de Herramienta. David Harvey -
http://www.herramienta.com.ar
Fuente: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-43/
los siete momentos del cambio social
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